Basquet: Tras un gran torneo, Náutico U13 fue subcampeón de la Asociación Zárate - Campana

El equipo U13 de basquet del Club Náutico San Pedro fue subcampeón de la Asociación de Básquet Zárate - Campana.  En el Final Four disputado este sábado en el gimnasio "Carlos Vasino" de Zárate, el conjunto dirigido por Juani Gastellu, comenzó imponiéndose con claridad en la semifinal contra Atlético Baradero por 79 a 47. En el ganador, Rafael Marzorati sumó 17 puntos, Sebastián Rey 13 puntos y 6 rebotes y Felipe Sagrera 12 puntos y 12 rebotes. 

A treinta años de la muerte de Luis Sandrini, sampedrino por adopción

Luis Sandrini, sampedrino por adopción, uno de los actores más populares del espectáculo argentino, fallecía hace tres décadas, el 5 de julio de 1980, luego de una extensa carrera en el cine, el teatro, la radio y la TV.
El nombre completo de Luis Sandrini era Luis Santiago Sandrini Lagomarsino. Había nacido en Buenos Aires el 22 de febrero de 1905. Era hijo de un actor teatral que había decidido radicarse en San Pedro, en donde pasó su infancia y su adolescencia, y recibió de maestro en nuestra ciudad, aunque nunca llegará a ejercer esa profesión.
A los 18 años vuelve a la Capital y se integra al staff de Circo Rinaldi, donde fue comparsa, payaso y tony. Sus comienzos fueron en el circo Rinaldi como payaso, para luego incorporarse a la compañía de Enrique Muiño y Elías Alippi, en la que alcanzó una importante repercusión en la pieza "Los tres berretines", de Malfatti y De Las Llanderas, que luego fue llevada al cine. Su debut en la pantalla se produjo en 1933, con "Tango", de Luis Moglia Barth, considerado el primer título sonoro nacional, y donde acompañaba a diversas luminarias, entre ellas a Tita Merello, su pareja de entonces. El carismático actor tuvo un reconocido éxito con el filme "Riachuelo", de Luis Moglia Barth y desde ese momento se convirtió en una referencia inevitable del cine argentino desde las décadas del 30 y el 60, con una personalidad que sobrepasó los personajes que le tocaron en suerte.
Sandrini conquistó al público de nuestro país, del continente y aun el español con un estilo único, que mezclaba el humor con lo sentimental y que era el espejo de una sensibilidad más bonaerense que porteña, hecha de ingenuidad y picardía. Se lo comparaba con el mexicano Mario Moreno "Cantinflas" y se decía de él que era el Chaplin argentino. Por más que cambiaran los títulos, el público sabía lo que iba a encontrar cuando iba a ver "una de Sandrini": un personaje tierno, generalmente tomado de punto por los villanos de la historia, que solía demostrar finalmente su inocencia aunque en algunos casos a costa de perder a la chica.
Curiosamente, el "malo" de muchas de sus películas era encarnado por su hermano Eduardo, quien, ayudado por su físico enjuto, sus bigotitos y la malignidad de sus cejas enarcadas, era el candidato ideal para esos papeles. Aunque se dice que en la vida real era todo lo contrario.
De Sandrini se recuerdan sus inolvidables expresiones como el tartamudeo en sus personajes y la frase "la vieja ve los colores", como así también ese increíble amor a la madre, generalmente con el rostro de María Esther Buschiazzo, trampolín preferido a la hora de las lágrimas.
Ese personaje nacido en el cine y modelado en la escena terminó pasando a la radio y a llamarse Felipe, el prototipo de porteño bonachón que en los primeros años 60 desembarcó en TV, en Canal 13, en una primera fila compartida con Pepe Biondi y José Marrone.
A lo largo de su carrera realizó incontables filmes, como "La muchacha de a bordo" (1936), "El canillita y la dama" (1938), "Chingolo" (1940), "La danza de la fortuna" (1944), "La casa grande" (1953), "Cuando los duendes cazan perdices" (1955), durante la época de oro del cine nacional.
Su carrera terminó casi al término de su vida, con "íQué linda es mi familia! (1980), junto a Niní Marshall y Palito Ortega, dentro de un pelotón de títulos en los que Sandrini parecía parodiarse a sí mismo.
Acompañado por Marrone, Juan Carlos Altavista, Angel Magaña, Olinda Bozán y otros ilustres, el actor ya sacaba sus papeles de taquito aunque también los años habían medrado su físico, en épocas en que también la censura hacía su trabajo.
Paradójicamente el corte entre el Sandrini auténtico y el otro se produjo con la caída del peronismo, en 1955, como metáfora de dos trayectorias. Fue cuando empezó a dedicarse a la carpitería, en un taller al fondo de su casa que lucía el cartel "Aquí trabaja Sandrini".
El intérprete estuvo casado con la actriz Chela Cordero, luego tuvo un largo y tumultuoso romance con Tita Merello, hasta que finalmente reincidió con la también intérprete Malvina Pastorino, con quien tuvo a sus dos hijas, Sandra y Malvinita.
Casada en 1952 con Sandrini gracias a la ley de divorcio establecida en la Constitución de 1949, Malvina opinaba que "la fuerza espiritual de su esposo consistía en ser inflexible y generoso; el hombre más generoso que conocí en mi vida".
Sandrini se veía así: "Estoy conforme con mi vida porque hice todo lo que sentí y porque trabajé durante 50 años respetando al público. Soy un cómico sentimental, hacer lo que hago me ayuda a vivir".