El caso de Nidera desnuda como pocos el lado más oscuro de las empresas agroalimentarias. Detrás de las ganancias obscenas y la evasión impositiva se esconden historias de trabajadores reducidos a la servidumbre, de impunidades y saqueos en los pueblos donde estas firmas están asentadas.
En su célebre investigación "Los traficantes de granos. La historia secreta del pulpo mundial de los cereales: Cargill, Bunge, André, Continental y Louis Dreyfus", el periodista y escritor Dan Morgan sostiene que "las firmas cerealeras no dan por sentado que el público tenga derecho saber nada acerca de lo que hacen" y que "las casas que comercian con granos son oligopolios privados, centralizados, que no publican declaraciones financieras. No hay accionistas públicos, cosa que limita enormemente la obligación de difundir informaciones. La propiedad de las compañías se encuentra en manos de siete de las familias más ricas y menos comunicativas del mundo, y esas mismas familias tienen en sus manos la operatividad de las compañías. Muy pocas personas controlan, en la cúspide, las informaciones y la adopción de decisiones".