Durante todo su primer año de gobierno, la imagen de honestidad fue la carta con la que contó Pablo Guacone para sostenerse, pese a sus errores, desprenderse del “barbierismo” y hasta animarse a apostar a su candidatura.
Nadie duda de que el Intendente sigue siendo un hombre empeñoso, con voluntad de gestionar y conseguir “cosas” (sea lo que sea que eso quiera decir) en estamentos que estaban cerrados hasta su llegada.
Pero eso está muy lejos de ser suficiente. Ahora –nunca es tarde- deberá desprenderse de ciertos gestos de autosuficiencia, demostrar que es capaz de gobernar sin dejarse manejar, y permitir que lo asesoren correctamente. Porque para alejarse del dominio de Barbieri cayó en las redes de su propio entorno, y las consecuencias están a la vista.
A la hora de armar su futuro gabinete deberá, otra vez, “negociar” en pésimas condiciones.
Ya no cuenta ni siquiera con la estructura en reconstrucción de Acción por San Pedro. La decisión de expulsar a Gustavo Díaz le hizo perder, de un plumazo, todo tipo de contacto con la periferia de la ciudad y las localidades, además de ganarse un enemigo molesto en las organizaciones barriales que responden al Secretario expulsado.
El minúsculo bloque de concejales con el que contaba quedó reducido a cenizas, y tendrá que rearmar una alianza con la bancada que preside Sandra Mari para tener más de una voz que lo defienda en el recinto de sesiones.
Precisamente, una de las versiones que más fuerza cobró en las últimas horas del miércoles, es la designación de Mari o su marido, Néstor Chávez, como reemplazantes de Díaz. Si esto sucede, Guacone ganaría tres concejales y una línea directa con gobierno provincial. El gabinete peronista (sumando a Atrip y Restelli) podría significarle una candidatura por dentro del PJ y un ancla que le permitiría no naufragar, por ahora.
Pero también enemistades y enconos en otros sectores y la virtual interrupción del vínculo con el gobierno nacional.
Oficio mudo
La caída comenzó, probablemente, cuando decidió convocar, el 1º de Octubre del año pasado, a todo el arco político e institucional de San Pedro denunciando un “intento de desestabilización” ante las usurpaciones de terrenos que se sucedían en la ciudad.
Quizás tuviera razón a la hora de interpretar la foto política de ese momento, pero erró el camino. Durante toda la noche se limitó a escuchar los planteos de los presentes, incluyendo algunos de los propios usurpadores, pero desaprovechó la ocasión sin dar respuestas a los cuestionamientos sobre quienes y cómo querían bajarlo del gobierno. Ese fue el comienzo de un período confuso, con mensajes contradictorios y silencios inapropiados, que tuvo su corolario esta semana.
Un mes más tarde, sus colaboradores le aconsejaron “desaparecer” en medio de la traumática negociación con Caso. Consecuencias: los colectivos parados frente a la casa del Intendente y la firma de un convenio bajo presión que le costó una interpelación. Ambas situaciones podrían haberse evitado con un mínimo de muñeca política y abriendo la boca en el momento oportuno.
Pero, evidentemente, dentro de su grupo de asesores hay quienes admiran a Marcel Marceau, porque la estrategia del mimo volvió a ponerse en práctica, de una forma exasperante, durante la interpelación en el Concejo Deliberante. Nadie sabe en qué manual leyeron que no responder, o hacerlo con evasivas (una táctica válida para el juicio oral contra un homicida pero no para un debate político), podía resultar en algo positivo para la figura de un Intendente.
Guacone salió parado de esa instancia institucional –ni siquiera bien parado, solo parado- porque su previa buena imagen pública lo alejó de las sospechas de un accionar doloso. Debieron advertirle que si hubiera contestado solo la mitad de las preguntas que le hicieron, podría incluso, haber aprovechado la interpelación para dejar mal parados a algunos de sus eventuales contrincantes en los comicios de Octubre.
Actitud
Siguiendo las enseñanzas del libro de autoayuda “Cómo perder una elección siendo gobierno”, el mandatario completó esta semana una sucesión alarmante de desatinos.
Duplicar los sueldos de los Secretarios del Ejecutivo siempre es una mala idea. Aún si lo merecen.
Cuando el aumento se aplica antes de la negociación salarial con los gremios pasa a ser una pésima idea. Fundamentalmente porque se habilita a los sindicalistas a pedir cifras que ni siquiera ellos imaginaban posibles, y que ahora el propio Intendente se verá obligado a conceder.
Justificar la “bonificación” con el reconocimiento de las horas “extras” que trabajan los Secretarios, ya ni siquiera puede considerarse una idea. Cualquiera con un mínimo de conciencia ética sabría que cuando se asume una función pública hay un compromiso social que obliga al funcionario a serlo durante las 24 horas del día, sin percibir por ello ningún adicional.
El comunicado con la inexplicable explicación de que fue un “error” y que “no se dieron cuenta” es una tomada de pelo. ¿O alguien puede pensar seriamente que puede pasar inadvertido el depósito de entre ocho y diez mil pesos de más en su respectiva cuenta?
Para colmo, nuevamente, hicieron uso del oficio mudo. Los teléfonos de los involucrados estuvieron apagados para los periodistas que pretendimos dar la oportunidad de que expliquen a la sociedad su error hasta ayer, cuando ya era muy tarde.
Ya es momento de un cambio de actitud. De entender que también se es honesto cuando se reconocen errores. De iniciar canales de diálogo reales y constructivos con quienes tengan voluntad de hacerlo. De hablar a tiempo antes que callar a destiempo.