Con el regreso de la democracia en plena adolescencia, aprendí lo que eran los paros de actividades. Así entendí que era un reclamo y que me parecía válido en tanto lo es exigir a quienes toman decisiones que presten atención a algo que uno pide para la mejora de las condiciones de trabajo. Sin embargo, en esos años recuerdo que una vez estuve como 2 meses completos en casa por “paro indefinido” y en mi caso tejí varios pulóveres para ocupar tanto tiempo libre.
Pasó el tiempo y comencé a poner en duda si esta cuestión de parar las actividades generaba algún tipo de reacción en el otro al que pretendía llamar la atención o simplemente pasaba el día y todo continuaba igual. Después vinieron los piquetes, o sea, a la indiferencia le pongo una pared para que me presten atención sí o sí. Pero bueno, también nos acostumbramos.
30 años después del regreso de la democracia, con varias generaciones en el medio, me pregunto si los paros como paros simplemente, no comienzan a socavar nuestra propia cultura acostumbrándonos a que por un lado: no estoy conforme y paro; y por otro, si hay paro, muchos disfrutan porque desaparece la preocupación.
Muchas variables en el análisis que hoy, con el paro vinculado a la golpiza recibida por un profesor de parte de un padre y alumnos me despiertan el interés por repensar lo que pasa. Veo en las redes sociales alumnos alegres porque no tienen clases. ¿Es para estar contentos? El paro busca llamar la atención… ¿de quién? Porque si es de los chicos (y sus familias), no parece preocupar. Y si es de las instituciones… ¿Quiénes hacen el paro no son parte de ellas?
Pienso en un círculo. Paro es silencio, es decir, ante un hecho aberrante la forma de manifestar es parar. Silencio es violencia, o al menos, es el bache que hay entre que se pueda abordar el problema entre un alumno y su escuela, y que se resuelva a golpes. Violencia es paro, lo que está pasando.
Me pregunto si no es preciso revisar esta cuestión de los paros, como revisión también del aprendizaje que los chicos tienen a lo largo de su vida vinculados. Para cualquier alumno, el paro es algo que aprende de chico como forma de manifestarse. El paro y el piquete. No estoy de acuerdo, paro o corto. La conversación como parte de la construcción de un mundo mejor, donde juntos podemos a aprendernos y reconocernos, no parece estar en este mundo. Nuestros hijos aprenden que frente a la disconformidad, el camino es el silencio. Silencio, violencia, paro. Nuestros hijos aprenden lo que nosotros hemos aprendido. Silencio, violencia, paro (aunque hubo varios años que no pudimos parar). ¿Será que podemos salir del círculo?