Fragmentos de una bala explosiva utilizada por la flota anglofrancesa durante la batalla de Vuelta de Obligado fue recuperada por un vecino y cedida al Museo del Sitio.
Hace unos años Rubén C. Borjes (hoy fallecido) adquirió una partida de chatarra y metales en desuso en Vuelta de Obligado como parte de sus actividades comerciales. Al clasificar los diferentes elementos comprados observó parte de una llamativa y oxidada esfera metálica sobresaliendo entre las caprichosas formas de los demás objetos y fragmentos de hierro obtenidos. Al extraerla observó un pequeño proyectil de hierro macizo de 44 mm. de diámetro.
Sin querer, estaba recuperando un elemento del lejano combate de 1845 que había sido disparado desde una embarcación cercana a la costa. Esta aseveración surge por las características mismas de ese tipo de balas que eran utilizadas por cañones de pequeño calibre que se colocaban en la borda de los navíos utilizados en los desembarcos. Por lo general, barcazas o “chalanas” de menor porte.
Estos cañoncitos, llamados culebrinas de borda o falconetes eran tubos de hierro o bronce montados, por lo general, sobre un sistema de horquillas móviles que le permitían una cierta libertad de movimiento para disparar sobre la cabecera de playa que se intentaba ocupar. En algunos casos estas pequeñas piezas de artillería poseían importantes ornamentaciones labradas en su superficie con los más diversos motivos.
En un valorable gesto, un familiar del Sr. Borjes, acaba de ceder esta pieza al Museo de Sitio.
Una bala explosiva
Nunca antes usadas en una guerra de nuestro país, las balas explosivas fueron un arma poderosa que inflingió numerosas bajas al Ejército Federal del Gral. Lucio Mansilla. Usadas por la flota anglo-francesa en Vuelta de Obligado, aún hoy se siguen hallando los devastadores fragmentos en los que se desintegraban luego de explotar.
Días atrás, un pequeño de la localidad, Ian Salomón, descubrió un corroído trozo de metal cóncavo, de unos 10 cm de longitud, 36 mm de espesor y algo más de 600 g de peso que había sido parte de uno de esos mortales proyectiles.
Estas balas explotaban de dos formas diferentes: por impacto o por encendido.
Eran esferas de hierro huecas con paredes de algunos centímetros de espesor y un relleno de pólvora negra mezclada con esquirlas metálicas de diferentes formas y tamaños, clavos, tornillos o cualquier elemento que al explotar produjera el mayor daño posible.
Algunas poseían una perforación donde se le insertaba una mecha de pabilo o elemento similar que se encendía, por lo general, antes de ser introducida en el cañón o, dentro del mismo, por la ignición de la pólvora que la impulsaba. En otras, el sólo impacto contra la superficie del terreno que alcanzaba, hacía que estallaran en decenas de pedazos liberando una metralla devastadora.
En el Museo de Sitio se conservan algunas cuyo peso total varía entre 12 y 36 kilogramos.
El nuevo fragmento fue cedido al Grupo Conservacionista, que lo sumará a la colección del Museo.