El 20 de noviembre
de 1845 se produjo el combate de la Vuelta de Obligado. Hoy, en mayor o menor
medida, estamos al tanto de lo que en esa acción ocurrió y por qué.
Lo que quizás no se
sepa es qué tipo de antecedentes tenían las naves europeas que participaron en
la acción colonialista. En la actualidad estoy en plena etapa de corrección de
un ensayo a ser publicado con la historia de esas naves.
Cuando uno piensa
en colonialismo no debe pensar solamente en un ejército o una escuadra que,
prepotentemente, fuerza la soberanía de una nación como sucedió aquí. Más allá
de la necesidad de un mercado para sus manufacturas y del saqueo de recursos
naturales por parte de las potencias, hay una acción de colonización del
pensamiento del colonizado. Este es un requisito indispensable porque sin él no
puede haber colonización, y si la hay dura hasta que los colonizados se dan
cuenta y la cosa se pudre.
La historia
argentina nos habla de la frustración de los gobiernos inglés y francés por no
haber logrado su objetivo en 1845, aunque no nos habla que no debieron esperar
mucho para lograrlo. Tras la derrota de las fuerzas de Rosas en Caseros, siete
años después, los ríos argentinos quedaron abiertos al comercio
internacional.
La historia
argentina también nos habla de la caída del tirano que posibilita la inserción
de nuestro país en el mundo. Obviamente que no son pocos los argumentos sobre
Rosas, las acciones de gobierno y su poco apego al respeto por los derechos de
las personas, pero de ahí a señalar que, sin Rosas, la Argentina transitó un
camino de felicidad, hum…
La gran jugada de
los políticos anglo-franceses fue, dejar la fuerza de las armas como opción y
optar por la colonización de las mentes. Se trataba de hacer creer a la elite
de la nueva nación que ellos pertenecían ya al primer mundo de la época y
lograr que pensaran en sintonía. En una palabra, el triunfo del colonizador
consiste en hacer creer al colonizado que sus necesidades son también las de
él.
Esto les salió tan
bien que, con solo recorrer las calles de esta ciudad, uno puede ver que
Caseros y Pavón, por ejemplo tienen su calle. También la tienen los generales
Mitre, Urquiza y Lavalle. Y como si esto fuera poco está 3 de Febrero. Vale
decir que los ciudadanos estamos pensando en la misma sintonía que aquellos que
ganaron en esa etapa del país decidieron que pensáramos. El punto es que,
aunque en algún momento percibamos que habría que revisar la historia y
corregir, seguimos habituados a esos nombres y desarrollando nuestra
cotidianeidad con ellos viviendo en nuestras mentes. Así funciona la cosa. El
problema es que no se trata tan solo de nombres sino que se trata de una matriz
de funcionamiento como nación que solo los favorece a ellos y a las elites a
las que pertenecen los nuevos Urquizas y Mitres.
Adelantando el tema
del libro diré que una de las embarcaciones francesas que participó en
Obligado, la corbeta Expéditive, fue una de las que llevaron a Francia los
tesoros arqueológicos del Peloponeso, Egipto y Asia menor que hoy, millones de
ciudadanos del mundo, van a ver al Museo del Louvre.
La Expéditive
arribó en marzo de 1837 al puerto de Le Havre con un friso de 81 metros de longitud que
representaba un combate entre los griegos y las amazonas. Lo mismo hicieron los
británicos, saqueando ciudades antiguas para proveer al British Museum. Y lo
mismo hacen hoy los norteamericanos en Irak, robándose todo lo que pueden,
destruyendo la historia y la memoria de una nación. Por supuesto, esta indigna
actividad está convirtiendo en millonarios a muchos generales norteamericanos.
Sin embargo muchos
aceptamos hoy esto, vamos a los museos, los visitamos y admiramos sin pensar un
momento en que el Louvre, el British Museum, el Museo de Pérgamo o los museos
neoyorquinos tienen lo que tienen gracias al saqueo de pueblos y civilizaciones
enteras.
Tan natural resulta
la cosa que miramos con interés y nos divertimos con Indiana Jones, siendo que
se trata de un profanador de tumbas y un ladrón de objetos arqueológicos. ¿Y
por qué lo vemos con naturalidad y sin ninguna indignación? Justamente por la
colonización cultural. Creemos que el Louvre, el British e Indiana Jones son de
los nuestros, que recuperan cosas de valor que tienen los otros pero que no las
merecen, y antes de que se pierdan, “las consiguen y las cuidan”. No nos
detenemos un momento a pensar que esas cosas, pirámides, megalitos, monumentos,
frisos o lo que sea, cuentan la historia de ellos. En la época en que se
hicieron no existían los libros, y esos pueblos contaban su historia en esos
monumentos y si se los robamos le estamos robando su historia. Se trata de, ni
más ni menos, de un crimen cultural.
A partir del
momento en que Goycochea dona las tierras para que se inicie la historia de
este partido de San Pedro, generaciones de sampedrinos comienzan a transcurrir
por aquí y dejar señas de su paso a través de datos escritos y de su
arquitectura. Durante más de dos siglos esta ciudad conforma una arquitectura
que le da identidad. Sus edificios y sus casas hablan de nosotros y de nuestro
pasado. Son nuestra historia.
Ayer sábado, un
grupo de sampedrinos realizó un abrazo simbólico a una de las esquinas
históricas de la ciudad, la casona “1830”, ubicada en la intersección de Mitre y
Liniers, porque existe el serio riesgo de que sea demolida. La concentración no
fue motivada por un pedido de las autoridades sino que fue espontánea y a
través de redes sociales. Las autoridades, salvo un concejal, ni aparecieron.
El casco histórico
de San Pedro no es grande, son tan solo un puñado de manzanas que han sido muy
castigadas por el negocio inmobiliario y en las que solo quedan algunas
edificaciones de cierto valor arquitectónico. No soy arquitecto y ni se si esos
viejos edificios tiene valor arquitectónico. Lo que si se es que ellos hablan
de nuestra historia, en ellos está nuestro pasado y ellos nos unen como
comunidad.
San Pedro tiene
infinitos lugares donde construir edificios, sin embargo aquellos que quieren
construirlos los quieren hacer en esas manzanas del casco histórico. Cosa de
locos, quieren esos lugares y no otros y quieren romper lo que hay.
La excusa es el
“progreso”. Pero, ¿es el progreso? Aquí es donde aparece el pensamiento del
colonizado. El supone que el edificio cuadrado y de muchos pisos es moderno, y
por el solo hecho de serlo está bien. Por supuesto, los términos cultura e
identidad están muy lejos de ser comprendidos por él. No llega a tanto. Tiene
dinero y puede viajar, pero irá a un museo importante solo a sacarse una foto
con el frente, con la Venus de Milo o con La Gioconda, pero para mostrársela a
los amigos.
De pibe recuerdo
muchos micros llegando cada domingo a la
Plaza Constitución cargados de fotógrafos de distintos fotoclubes del país que
se pasaban el día fotografiando la hermosa arquitectura que tenía la ciudad.
Hoy solo el municipio, la iglesia, el chalet de Veiga y alguna que otra cosa
merece ser fotografiada. A nadie se le ocurriría desperdiciar ni foto ni tiempo
en lo que se construyó sobre lo derribado.
A la ciudad de
Buenos Aires le pasó lo mismo. Una burguesía que no me merece mucho respeto (la
que tiraba manteca al techo) construyó una ciudad que a los del exterior, y a
los del interior que la visitábamos, nos maravillaba. Serían garcas y cagadores
pero poseían un grado de cultura envidiable, estudiaban en París y sabían lo
que hacían.
No es casual que
los 90 hayan disparado la destrucción del patrimonio arquitectónico en Buenos
Aires. En esos años cambió la burguesía en el país. Los ricachones de siempre,
la aristocracia dejó lugar a otro tipo de “nuevos ricos”. Aparecieron grupos
económicos, grupos de inversores y sojeros comprando todo y comenzando una
transformación que ha dejado huella. Si bien no es un problema, al menos para
mi y supongo que para usted también, quien o quienes tengan la guita, lo que es
un problema es que cayó en gente que, de cultura ni hablar. Ellos construyen y
tiran solo porque tienen plata para hacerlo, lo demás les interesa un pito.
Cada cosa que hacen tiene que, imperiosamente, darles más dinero, sino no tiene
sentido. Usted, que brinda muchas horas de su tiempo en alguna institución de
beneficencia, vio que difícil es que, hoy, un sampedrino de guita largue un
peso para algo. ¿No ha visto como trata el sampedrino de guita al cobrador del
estacionamiento callejero cuando le quiere cobrar el estacionamiento a la nave
espacial de 250 mil pesos que lleva?
En San Pedro
podíamos ver en su arquitectura representadas las colectividades que vinieron a
vivir aquí y colaboraron en la construcción de esta ciudad. Hoy se ha tirado
casi todo para construir cosas que no representan a nadie y que nadie, en su
sano juicio, podría defender si las quisiesen tirar abajo. ¿Usted haría un abrazo
simbólico para defender alguno de los edificios que hoy se están construyendo
en la ciudad? La construcción de ellos representa un disparate pocas veces
visto. Solo la ignorancia puede hacerlo posible. Podría agregar la cometa, pero
también ella remite a la ignorancia. Cientos y cientos de vecinos perdiendo el
sol, el aire, el verde y la privacidad sin que a las autoridades se les mueva
un pelo. ¿Por qué el derecho al aire, al sol, al verde y a la privacidad no
cuenta para los funcionarios?
No podemos hablarle
de cuidar el patrimonio histórico y cultural de la ciudad a gente que solo
tiene dinero y supone que ello lo transforma en dueño de la ciudad, aunque la
compre.
Recuerdo cómo en los
90 una lapicera de un ministro podía ser más letal que un misil. Los préstamos
de la deuda externa mataron más gente que todas las guerras que tuvo el país.
Hoy los ignorantes con plata pueden llegar a dejarnos sin “nuestra ciudad” en
poco tiempo. Sabemos que de los funcionarios no debemos esperar nada. Está en nosotros.
Y si nada se puede conseguir, los registros periodísticos mostrarán a las
generaciones del futuro quienes han sido los responsables del atropello
arquitectónico y patrimonial sufrido por la ciudad, para que puedan putearlos
eternamente.