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Foto "Noticias San Pedro" |
En la lengua mapuche, se le dice 'mastai' al encuentro de
los cuatro puntos cardinales. Ayer, sábado, el Mastai fue en el Balneario
Municipal de San Pedro (a 160
km. de Capital Federal): la primera edición del festival
juntó a cuarenta mil personas de los cuatro costados del país para ver a Manu
Chao, Andrés Ciro, La Vela Puerca, Nonpalidece, Raly Barrionuevo y otros que
fueron pasando en casi nueve horas de jornada.
Con el Paraná de testigo, se
montaron dos escenarios principales (Norte y Este) sobre un gran espacio de
arena (la suficiente como para andar descalzos, pero no tanta como para evitar
convertirse en polvillo al primer pogo), más otro al Oeste, en un Vía Crucis
afuera del predio, donde La Chilinga dio un taller de percusión en el que
cualquiera podía anotarse para aporrear tambores. Y al Sur, un espacio verde
copado por malabaristas y clowns.
Mientras el sol salía y se escondía (pero el calor no
aflojaba), las tribus fueron llegando. Dreadlocks, crestas, flequillos, chicas
pin-up de piernas tatuadas, remeras negras, borcegos... lo que se ve en
cualquier festival. Y si bien el Mastai funcionó con la misma lógica de
"cualquier festival", en el sentido en que los hits llegan a medida
que avanza el día, se diferencia de casi todos los demás por no contar con
sponsors. Las marcas aparecían solamente cuando uno elegía comprarse algo en
las barras, ya fuera cerveza, fernet, gaseosas, agua o hamburguesas.
A medida que fue cayendo el público, hubo acción: el
reggae-lover de a ocho propuesto por los locales Viento Rítmico, con dos voces
femeninas al frente; la bossa-indie de los sorprendentes Mombojó, provienentes
de Recife, Brasil; los cuelgues instrumentales casi stoner de los Caperucita
Coya ("No todas las bandas nuevas deprimen, gente", tiró Tomás, el bajista);
o la fiesta balcánica, cada vez más en alza entre el público local, propuesta
por la Orchestre International Du Vetex, visitantes de Bélgica.
Cada escenario contaba cronómetros en cuenta regresiva,
marcando el tiempo estipulado para cada banda. A cuatro minutos del final, los
Jauría cerraron con la versión A77aque de No me arrepiento de este amor
(Gilda); y Micky Rodríguez tiró las últimas notas del set de La Que Faltaba
cuando ya estaba en cero. En chupines rojos, el canoso presentó temas de Voy, debut
de su nuevo proyecto, pero apeló al recuerdo piojoso con sus versiones de El
balneario de los doctores crotos, la propia Fijate y Todo pasa. Le rindió,
porque las bandas pelaron los trapos de antaño, a modo de agradecimiento.
Dos más de estreno: primero La Vela Puerca, que Mecharon
temas del doble Piel y hueso (2012) con clásicos como Llenos de magia, Mi
semilla y el grand-finale murguero de José sabía. Al costado del escenario, un
globo aerostático se inflaba y amagaba con despegar, mientras que al Este, Raly
Barrionuevo mostró su cepa cancionera y dura, y justificó su espacio en un
festival esencialmente rockero con las canciones de Rodar, su último disco.
A las 9 de la noche casi en punto, apareció Andrés Ciro en
compañía de Los Persas. De camisa a cuadros rojos y blancos, casi grunge, el ex
piojo mayor revalidó su magnetismo con un clásico show suyo: casi dos horas de
rock acentuadas en sus gestos de actor y el alto feedback que tiene con su
público, ese que sabe las letras mejor que el cantante ("No me sé la de
Tan solo y quieren que me aprenda otras", tiró), que corea sus
onomatopeyas y que no para de saltar (en el pogo, como una fan más, estaba
Katja, la hija mayor de Ciro). En lo musical, su lista de temas se ve engrosada
con los nuevos del recién salido 27, siendo Héroes de Malvinas (el homenaje que
le faltaba) el más festejado. Pero también hubo de Espejos (Insisto, Vas a
bailar, Chucu-chu) y, claro, de Los Piojos, como Ando ganas, Fumigator y El
farolito, con Micky Rodríguez como invitado (también tocó en Antes y después).
Mientras Ciro cerraba su set, un pibe se subió hasta lo más alto del escenario
Este, lo que tensó las cosas en el detrás de escena: policías, médicos y
personal del festival intentaban convencerlo de que baje, que no arruine la
noche. Y lo lograron, aunque retrasaron el show de Nonpalidece, esperadísimo
por la tribu rasta que llegó en masa.
Pero EL momento llegó pasadas las once, cuando Manu Chao pisó por
primera vez un escenario en San Pedro. Junto a Madjid (virtuosa guitarra
flamenca), Gambeat (último bajista de Mano Negra) y Philippe (batería también
manonegrina), presentó su (cada vez más endurecida y punk) versión de la rumba,
subiendo y bajando el tempo y, al mismo tiempo, el baile. Entre sus temas
firmados como solista y los de Mano Negra, se suceden sin distinción, uno
detrás del otro y con una similitud continuada, lo que hace que parezca una
única y larguísima canción de dos horas. En ese enganchadito hay homenajes (Mr.
Bobby, La vida tómbola), advertencias (Peligro, Politik kills, Machine gun),
líos en primera persona (Clandestino, Me llaman calle), amor (Me quedo contigo,
Mi vida), y tanta esperanza como desesperanza: "Pase lo que pase, sea lo
que sea, ¡a tu manera!", arenga varias veces por show. Dedica el show a los
pueblos originarios (a escenario pelado, la única escenografía es una bandera
wipala), a Mariano Ferreyra y le cede micrófono a diversos activistas que
denuncias y pelean contra la megaminería en Argentina y América del Sur. En
suma, un Manu Chao completo, en inglés y español, pero que cierra su show en
francés (Les rues de l'Hiver) y árabe (Sidi h'bibi, cantada por Gambeat), justo
cuando una pequeña tormenta caía sobre San Pedro.