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Es el mediodía de este jueves y todos los canales de televisión
porteños están desarrollando una frenética actividad cubriendo el incendio de
un contenedor con un agrotóxico, hasta este momento no identificado, en el
puerto de Buenos Aires.
No viene mal hacer una serie de reflexiones en torno a este
caso que pueden resultar más interesantes de lo que parece.
La primera de ella no es una reflexión sino una pregunta
¿Puede la ciudad de Buenos Aires tener todavía un puerto incrustado en la misma
ciudad? En el mundo las grandes ciudades fueron de a poco corriendo sus
instalaciones portuarias separándolas de los conglomerados urbanos. Cualquiera
puede ver el caos que representan la inmensa cantidad de camiones que,
diariamente, transitan por avenidas como Lugones y Paseo Colón, por nombrar
algunas. Contaminación, ruido, vibración y demás hacen imposible la vida de los
porteños y de los propios camioneros. Imagine lector que Ud. es un camionero y
debe ir todos los días a llevar o traer un container al puerto de Buenos Aires.
El segundo gran tema para los porteños es el problema que
hoy (y solo por hoy para los medios) preocupa a la población de esta gran urbe.
Y no está de más hacerse la gran pregunta (y que todos se hacen) ¿Y que hubiera
pasado de haber sido un tóxico más potente?
Lo tercero comienza a afectarnos a quienes vivimos cerca de
la autopista porque, por ellas, transita cualquier cantidad de productos sin
ningún tipo de control por parte de la concesionaria (con solo pagar el peaje
cualquiera puede transitar con cualquier porquería tóxica).
Usted puede llegar a asombrarse si llega a consultar a algún
bombero de nuestra ciudad por las cosas que puede llegar a contarle. El cuerpo
local tiene vasta experiencia en ir a siniestros con camiones de transporte y
verse obligados a cortar la autopista porque no se sabe que porquería llevan, a
veces con los tipos de identificación de productos cambiados.
Lo cuarto sería preguntar a los conductores de los medios de
comunicación masiva ¿Saben que existen miles y miles de argentinos que están
viviendo a diario esa escena que a uds. tanto espantan? Saben que en la ciudad
de Córdoba se están haciendo juicios, algunos de ellos ya con sentencia, contra
productores rurales y aeroaplicadores que han afectado a pobladores con la
fumigación.
El 21 de agosto de este año el tribunal de la Cámara I de
Córdoba condenó a tres años de prisión condicional al productor rural Francisco
Parra y al piloto Edgardo Pancello. Fue un hecho histórico que coronó una lucha
de más de diez años que llevaron a cabo los vecinos del barrio Ituzaingó Anexo
de esa capital, debido a las consecuencias que en la salud provocaban esas
fumigaciones. Las crónicas de la época traían declaraciones de vecinos
afectados. Una de ellas, Sofía Gatica, que perdió a una hija con
malformaciones.
El cambio importante que trajo este fallo fue el de
transformar en delito lo que antes era solo una falta.
Pero ya, desde bastante tiempo antes, concejales de algunas
ciudades cordobesas, sensibles al tema, habían dispuesto la prohibición de las
fumigaciones en predios linderos a lugares habitados, fijando en cinco
kilómetros (creo) de la ciudad el radio donde se impedía efectuar la dispersión
de agrotóxicos.
Pero quedan otras preguntas para los medios porteños. ¿Saben
que en San Pedro la gente se está muriendo de cáncer a los 30, 40 y 50 años? y,
hasta ahora, a nadie se le ha movido un pelo.
Hace alrededor de dos meses fui a una charla en el salón de
actos de la Escuela Normal en la que el Dr. Piquioni habló de los accidentes
cerebros vasculares. En ella el profesional médico mostró un gran conocimiento
nacido de su capacidad (por supuesto) pero también de una interesante
disposición de estadísticas. Habló de cuántos sampedrinos están afectados de
ACV, cuántos pacientes aparecían cada día y cuál era el porcentaje de decesos y
recuperaciones que había en la población afectada.
Digo ¿No se puede hacer eso con el cáncer? ¿Es tan difícil?
¿No se puede saber si la población del campo resulta más afectada que la de la
ciudad? ¿No se sabe si quienes fallecen de cáncer están vinculados a tareas y
actividades rurales? ¿No se consulta a los docentes de las escuelas de campo si
tienen chicos con malformaciones en mayor proporción que en las escuelas
urbanas? ¿Los delegados de las localidades no observan nada? ¿Y los centros de
salud? Por último, digo ¿No podríamos los ciudadanos hacer una vaca y pagarle
los estudios de oncología al Dr. Piquioni para, algún día, tener estadísticas
sobre cáncer de una buena vez?
Pero aun así aquí en San Pedro ha habido acciones legales
contra productores que, con fumigaciones indiscriminadas, han afectado a
terceros. Comenzaron unos dos años atrás cuando viveristas accionaron a partir
de quedarse sin producción debido al glifosato. Entre las especies que este
producto fulminó se cuenta la rosa, uno de los símbolos de nuestra producción
durante décadas y que nos supo hacer famosos en el país, junto al durazno, la
naranja, la ensaimada y los leones.
Lo que ocurre es que en esta versión del capitalismo que nos
han dejado los 90 la propiedad privada esta sobre la salud y la vida y, por
ende, se acciona por la pérdida de producción pero no por la pérdida de vidas.
Pero éste no es un problema solo de San Pedro, lo de Córdoba
es la excepción y no la norma. Un reportaje hecho por el diario Página 12 el 1º
de diciembre de 2008 al fiscal que procesó al vicepresidente de la compañía
minera “La Alumbrera”, Antonio Gómez, permitió conocer datos por demás
interesantes en torno a las complicidades de aquellos que, sabiendo, dejan
hacer (muchas veces –y lo dicen- por no meterse en quilombo). Decía el fiscal
Gómez: “Minería, pasteras y soja tienen en común que son impunes y que lucran
con la salud pública. Del 2000 hasta la fecha (2008) hubo 1254 causas por
delitos ambientales y en solo cinco hubo condenas. La corrupción en este tema
es transversal, atraviesa toda la dirigencia, todas las capas. El poder
económico viene a contaminar porque aquí les facilitamos las cosas”. Con
respecto al glifosato señalaba: “Cuando cae a la tierra provoca un caso grave
de contaminación ambiental. No podemos rociar indiscriminadamente”.
El periodista que realiza la nota menciona y pregunta: En el
último año (2007) se fumigó con 165 millones de litros de glifosato ¿Por qué no
hay causas? Responde el fiscal Gómez señalando que ni hay fiscales ni hay
jueces preocupados por cuestiones ambientales.
Nueva pregunta: “¿Por qué en el caso del glifosato se pide
que haya pruebas que demuestren el daño? Respuesta: “Porque son ignorantes y
cómplices. Con la droga se la captura antes de que haga daño a la población.
Los delitos de contaminación son contra la salud pública de la misma manera que
el narcotráfico, se le tiene que detener antes que haga daño a la comunidad. No
se puede esperar a que haya una víctima y comprobar el nexo causal porque eso
es inmoral. El narcotráfico solo afecta a quien quiere consumir droga mientras
que la contaminación afecta a todos”.
Solo nos resta esperar cuánto durará el abordaje del tema
que se está haciendo en Buenos Aires y si en algún momento aparecerá algún
responsable.