Una bailarina llega a la ciudad de Puebla, en México, para
reemplazar a la principal figura del ballet que ahí debe presentarse. Subyugada
por ella, calada hasta lo más profundo de su propia identidad, la bailarina
vivirá una experiencia de desdoblamiento que rompe con la percepción natural
del viajero que arriba a un lugar desconocido. Fernanda García Curten logra en
La reemplazante una primera novela original y absorbente, arraigada en una
tradición literaria poco frecuente en la actual narrativa argentina.
Los hombres miran a las mujeres. Las mujeres se contemplan a
sí mismas mientras son miradas, dice John Berger, y agrega que ello fue posible
a costa de partir en dos el ser de la mujer. Desde su más temprana infancia se
les enseñó a examinarse continuamente. Esto determinó no sólo la mayoría de las
relaciones entre hombres y mujeres sino, también, la relación de las mujeres
consigo mismas. El supervisor que lleva la mujer dentro de sí es masculino: la
supervisada es femenina. De este modo se convierte a sí misma en un objeto, y
particularmente en un objeto visual, en una visión. La reemplazante, primera
novela de la escritora Fernanda García Curten, aborda de manera magistral esta
problemática desde la perspectiva de una joven bailarina de ballet llamada Nadia,
que viaja a Puebla para representar Sylphide junto a la Compañía Estatal. La
ciudad pronto generará en ella el rotundo efecto de un desmoronamiento: si es
cierto que somos como los demás nos ven, si verdaderamente el infierno son los
otros, la llegada de Nadia a México es el punto de partida de una novela de
dimensión existencial, donde la abnegación por el arte y los mandamientos
familiares y sociales en torno del deber ser femenino se materializan a través
de la idealización de la mujer que ha ido a reemplazar: la majestuosa y casi
irreal Ingrid Mücnh. “Si ahora parece que no estás pensando en otra que en vos
misma porque Ingrid Mücnh, tu compañera perpetua, la aristocrática e
irreverente Ingrid, tampoco es todo eso. Lo que todavía hoy te sigue pareciendo
orfandad no es más que carácter, dominio de sí misma, terreno ganado, legítima
autoridad. Ingrid es, y por lo tanto ya lo era entonces, la única: La Prima
Ballerina Assoluta. Su Sylphide, el colmo de la delicadeza y el candor. Ingrid
no pensaba en vos ni tampoco te miraba, ni siquiera te miró cuando logró
convencerte de venir hasta aquí; se estaba mirando ella misma, maquillándose
frente al espejo del camarín. La veías, aún la ves, y ver es como dejar de
ser.”
Mirarse a sí misma en un espejo partido a la mitad es lo que
hará Nadia, la reemplazante, una vez que sea recibida por los organizadores y
algunos enigmáticos pueblerinos como el pintor Báez, que le harán poner en duda
a cada instante la visión que tiene sobre sí misma entre ensayos postergados e
incursiones por una ciudad tan enigmática como imposible. “Puebla. Con sus
calles angostas, rectas, orientadas como Dios manda, de Norte a Sur y de
Oriente a Poniente. Ella había venido en lugar de Ingrid y la ciudad seguía en
pie con su plaga de ángeles modelados, esculpidos, tallados en las portadas
religiosas, acurrucados en el vientre áureo de sus cúpulas magníficas.” Lo que
importa en la vida es la vida misma y no un resultado de ella, decía Goethe; y
es en este punto donde estriba una de las mayores virtudes que tiene La
reemplazante; por medio de un clima ligeramente kafkiano funciona desde un
plano simbólico a contracorriente de la clásica estructura y desa-rrollo de lo
que se entiende por novela de iniciación. “¿Nadia te llamás? –y agregó–. Igual
que ‘nadie’, pero mujer. En la voz destemplada de Ingrid, ‘mujer’ había sonado
a mala palabra. Condición vulgar, raza sucia. Una niña crecida que se ha ido en
vicio. Bailarina, no mujer. Algún día una bailarina cualquiera. Pero no. No
cualquiera: Nadie.”
La reemplazante. Fernanda García Curten Bajo la Luna 186
páginas
Con una prosa poética de ritmo vertiginoso y un notable
dominio de la técnica narrativa, que por momentos recuerda a Bajo el volcán de
Malcolm Lowry, La reemplazante logra que el ballet funcione como una síntesis
perfecta, una excusa para hablar del arte en general, una metáfora compleja en
dos dimensiones que, al igual que las fotografías, permiten rastrear qué marcas
ideológicas se esconden detrás de toda representación.
La mujer real que hay en Nadia, imperfecta, atormentada y
contradictoria, y por eso mismo mujer bella en su naturalidad, tendrá que
romper con la idealización que representa el nombre de Ingrid Mücnh. “Papá y
mamá la amparan en esta terrible equivocación. Ya no le preguntan, como cuando
era chica, si está segura de continuar. Le siguen el juego para no alarmarla a
estas alturas. La hija se da cuenta de todo, pero hace como si no se diera
cuenta de nada y también sigue el juego. Dar otra vuelta en el barco hundido.
La ungida degradada al segundo reparto, la consagrada al triunfo siempre detrás
de Ingrid Mücnh. Habría sido la mejor, pero no tuvo oportunidad de demostrarlo,
lo que significa que es igual que si lo hubiese sido. Es necesario darla por
muerta.”
Fernanda García Curten nació en San Pedro. Su primer libro
de cuentos, La noche desde afuera, obtuvo el segundo premio del Fondo Nacional
de las Artes y el segundo, Cuentos condenados, recibió el Primer Premio
Latinoamericano de Cuento “Edmundo Valadés” de Puebla, México, escenario de
esta novela, que además obtuvo la mención de Casa de las Américas de Cuba en
2009. Fernanda García Curten ha escrito una novela conmovedora, arraigada a una
tradición literaria bien definida y poco frecuente en el panorama literario
argentino actual.