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Brenda, con los doctores Oscar Méndiz y Germán Henestrosa (foto e informe "La Nación) |
Una nota publicada hoy en el
diario “La Nación” permitió conocer la historia de la sampedrina Brenda Mazar,
quien fue la protagonista del primer reemplazo de una válvula pulmonar por cateterismo.
A continuación, el texto
completo del informe de Nora Bär, con fotos de Soledad Aznárez:
“Desde que tuvo uso de razón, Brenda Mazar supo que sufría de
insuficiencia pulmonar (un trastorno caracterizado por el reflujo sanguíneo del
pulmón al ventrículo derecho del corazón) por una cardiopatía congénita.
Intentando resolver ese problema que deterioraba seriamente su calidad
de vida, a los 12 años fue sometida a una operación "a corazón
abierto". Sin embargo, pasado algún tiempo, el trastorno volvió.
En 2009, le pusieron un stent (un dispositivo endovascular en forma de
cánula), pero se le obstruyó y tuvo que someterse a repetidos procedimientos de
dilatación en 2010 y 2011.
"Estaba cansada, no podía caminar ni hacer actividad normal",
cuenta Brenda, que hoy tiene 18 años, desde su casa en San Pedro, provincia de
Buenos Aires.
Cuando ya parecía que no le quedaban alternativas, los doctores Germán
Henestrosa, Diego Antoni y Oscar Méndiz, de la Fundación Favaloro, obtuvieron
un permiso especial de la Anmat para colocarle una válvula pulmonar biológica
por cateterismo. Es la primera intervención en su tipo que se realizó en el
país.
"Fue el 16 de agosto y resultó todo «rebién» -cuenta Brenda, ya
recuperada-. Me tocaron unos doctores divinos, que me ayudaron mucho. No me
dolió nada. Me interné un jueves para hacerme estudios, la cirugía fue el
viernes a primera hora y ya el sábado volví a mi casa y empecé a caminar."
Brenda, la segunda de tres hermanos, está terminando el séptimo año de
la escuela técnica San Andrés de Giles y quiere seguir Kinesiología o Comunicación.
"Ahora cambió todo, puedo hacer una vida normal -dice-. Tengo que seguir
controlándome, pero esto fue una bendición."
La válvula cardíaca que le implantaron a través de una punción en la
vena tiene un diámetro de entre 20 y 24 mm, se fabrica a partir de tejido
bovino y va montada sobre un stent gigante que actúa como soporte.
"Ingresa «colapsada» [plegada] como el stent coronario, y cuando
uno infla el balón, la válvula se expande -describe Méndiz, que tuvo a su cargo
la operación-. Se adhiere a la pared del vaso y el stent la sostiene; es decir
que no es necesario suturar."
La válvula pulmonar comunica el ventrículo derecho del corazón, que
recibió la sangre sin oxígeno que llega del organismo, y la manda al pulmón
para que se oxigene. "Es decir que esta válvula sería algo así como la
puerta de salida de la parte derecha del corazón", ilustra.
Según explica el especialista, cuando existen patologías obstructivas
de esta válvula, los cirujanos intervencionistas intentan dilatarla con un
balón (un pequeño "globo" que va en la punta del stent), pero aun así
muchos pacientes necesitan operarse. Entonces se les coloca un tubo que
reemplaza la válvula. "Sin embargo, con el paso del tiempo se degenera
-afirma Méndiz-: pasa sangre, pero vuelve la mayor parte. Al principio, el
corazón lo soporta, pero termina dilatándose y se transforma en una bolsa que
no puede eyectar el fluido."
Los efectos de este cuadro son evidentes. Se congestionan las piernas,
el hígado, los intestinos, se asimilan mal los medicamentos y los alimentos, se
altera la función hepática, la coagulación. En síntesis, empieza a manifestarse
disfunción grave en muchos órganos. "Los pacientes no tienen falta de
aire, pero sí edemas, mala absorción y cansancio -subraya el médico-. Casi no pueden
andar."
Aunque todavía la primera opción es la cirugía convencional
("hasta que las intervenciones mínimamente invasivas demuestren que son
igual de efectivas a largo plazo", dice Méndiz), esta nueva modalidad se
introdujo para tratar pacientes con patologías congénitas, que ya tuvieron
múltiples intervenciones o son muy mayores.
También, para reemplazar las de pacientes que ya recibieron válvulas
cadavéricas y cuya función se deteriora después de un número de años, o que ya
tuvieron varias intervenciones, cirugía coronaria, enfermedades pulmonares,
irradiación u otras cirugías en el tórax.
"El intervencionismo tiene que probar resultados que se están
obteniendo -subraya el especialista-: en el caso de las válvulas pulmonares,
son iguales que los de la cirugía tradicional con peores pacientes, pero la
intervención mínimamente invasiva es un poco más costosa. Resta probar la
durabilidad."
El procedimiento no duele, pero se utiliza anestesia general porque se
realiza bajo guía radioscópica con sonda transesofágica y es necesario que el
paciente esté quieto. Para poder trabajar dentro del corazón, se coloca un
marcapasos transitorio que lo hace latir 240 veces por minuto.
"Va tan rápido que se queda quietito, y nos da unos segundos para
que nosotros trabajemos como si estuviera parado -cuenta Méndiz-. Luego,
apagamos el marcapasos y el corazón retoma su ritmo normal."
A pesar de que la válvula se fabrica con tejido bovino, no es necesaria
medicación inmunosupresora y sólo se indican fármacos antitrombolíticos.
"Esto abre un nuevo panorama -dice el médico-. Ni siquiera necesitamos
suturar el lugar por donde ingresa el catéter en la vena femoral; hacemos un
agujerito, tiramos del hilito y se cierra. Desde hace algún tiempo, también
cambiamos por medio del cateterismo la válvula aórtica. Ahora, logramos hacer
lo mismo con la pulmonar y en poco tiempo lo haremos con la mitral. Así, todas
las válvulas cardíacas podrán cambiarse por técnicas mínimamente
invasivas."
Según el especialista, esta nueva modalidad de intervención les ofrece
la opción de tratarse a entre el 30 y el 40% de los pacientes que no se
cambiaban una válvula cardíaca por padecer otros factores de riesgo”.