Paulo Malhaes fue emboscado por un grupo
comando y asfixiado. Se presume que buscaban “callarlo”. Un mes antes, había sido el primer represor
brasileño en 30 años en confesar torturas, asesinatos y ocultamiento de
cadáveres. Organismos de derechos humanos e historiadores lo sindican como el
responsable del operativo en el sur de Brasil en el que mataron al joven sampedrino
en 1974. Su cuerpo nunca apareció.
El
coronel retirado Paulo Malhaes, represor confeso y posible asesino de Enrique
Ruggia, fue asesinado en su casa de Río de Janeiro el 25 de este mes.
El
cuerpo presentaba signos de asfixia. Al momento de ser encontrado, estaba en el
piso de su habitación, boca abajo, y con el rostro pegado a una almohada.
Un
grupo comando de tres personas ingresó a la vivienda, ató y encerró a la mujer
y asfixió al represor.
Malhaes,
de 76 años, declaró ante la Comisión Nacional de la Verdad (CNV) 30 días antes
de su muerte. En su testimonio ante el comité creado por la presidenta Dilma
Rousseff reconoció su participación en los crímenes cometidos por la dictadura
brasileña comprendida entre 1964 y 1985. Nadine Borges, miembro de la Comisión
Estatal de la Verdad y responsable de tomar testimonio al ex represor, exigió
una rápida investigación sobre el asesinato. “Esto no puede ser tratado como un
delito común”, expresó.
Durante
su confesión, el genocida relató cómo torturó, mató y ocultó cadáveres de
presos políticos. Tras defender el recurso de la tortura ante los
cuestionamientos del Ministro de Justicia, José Carlos Días, reveló cómo se
borraban evidencias para desaparecer los cuerpos: “En esa época no existía ADN. Las partes que
podían identificar a una persona eran el arco alveolar y las huellas
digitales”, recordó, y confirmó que rompía los dientes y amputaba los dedos de
los cadáveres.
La
historiadora Janaína Teles sostiene que la dictadura brasileña fue la impulsora
del método de desaparición forzada de personas y propició el armado del Plan
Condor.
Como
ejemplo, citó el operativo coordinado por elementos represivos de Brasilia,
Buenos Aires y Santiago que en 1974 secuestró a varios militantes, entre ellos
el argentino Enrique Ruggia. La desaparición del “Grillo”, confirma la
historiadora, fue comandada por Paulo Malhaes, alias Doctor Pablo.
El
militar brasileño era tristemente célebre en su país por participar, en 1973 de interrogatorios a presos políticos
en el Estadio Nacional de Chile.
“Fue Brasil el país que inventó la eliminación
y la desaparición de opositores como método y política de estado: los primeros
desaparecidos brasileños son de 1972” aseguró. “No hubiera habido Plan Cóndor
si Brasil hubiera vetado la idea, por más que hasta hoy existe la falsa idea de
que Brasil no tuvo nada que ver con ese sistema” agregó.
El caso Ruggia
Ruggia
dejó sus estudios de veterinaria a los 18 años, atraído por un grupo de
combatientes de la Vanguardia Popular Revolucionaria (VPR), de Brasil.
Engañados por una operación de inteligencia, los jóvenes fueron emboscados en
una reserva ecológica fronteriza con Argentina.
La
búsqueda del cuerpo todavía no dio resultados, entre otros motivos, por la
falta de cooperación, durante años, de las fuerzas armadas brasileñas.
Es
el primero de los desaparecidos de nuestra ciudad, y su caso marca uno de los
puntos centrales en la investigación sobre la Operación Condor en la Triple
Frontera.
El
libro “Los años del lobo (Operación Condor)” menciona la desaparición de Ruggia
como parte de la primera etapa de ese dispositivo conjunto de las fuerzas
represivas del cono sur. El informe de Stella Callón y Adolfo Pérez Esquivel
señala que en Brasil tomaron contacto con un documento en el que se mencionaba
“el buen trabajo de los brasileños” por la desaparición de varios argentinos.
El primero de la lista, fechada en 1981 es Ruggia.
En
1996 Brasil reconoció la muerte del “Grillo” (aparentemente fusilado en el sur
del estado de Paraná), aunque no precisó la ubicación exacta del cuerpo.
Según
el diario “Estado de Sao Paulo”, la eventual apertura de investigación sobre la
Operación Cóndor puede abrir espacio para que sea desvelado este episodio,
considerado como uno de los “nebulosos” en la dictadura brasileña.
La
matanza de los ocho guerrilleros, comandados por el sargento Onofre Pinto,
capturados en julio de 1974 en la región de la Triple Frontera, en el Sur, con
la colaboración del aparato represor argentino, sigue siendo objeto de análisis
en Brasil.
El
grupo era formado por siete brasileros y Ruggia. Ellos habrían sido atraídos desde
la Argentina, donde estaban refugiados, hasta la frontera con Brasil. A partir
de informaciones de la inteligencia argentina sobre su ruta, el grupo había sido
capturado después de entrar en Brasil, y
sus integrantes fusilados en una área forestal en Foz do Iguaçu.
Las
Fuerzas Armadas de Brasil y de la Argentina siempre negaron el episodio. Pero
el Archivo Nacional de la Memoria guardó las fichas de Ruggia y de los
brasileños Edmur Péricles Camargo, José Lavecchia, Gilberto Faria Lima y los
hermanos Joel y Daniel de Roble. El octavo militante se llamaría Victor (el
nombre puede ser ficticio) y su ficha no fue levantada. Faria Lima era
dirigente de la VPR, así como Onofre. Las fichas no esclarecen si el sargento
murió con los demás o más tarde.
La búsqueda
El
grupo brasileño había llegado a Argentina huyendo del golpe militar en Chile en
1973, donde estaba refugiado.
Pero
en esos tiempos de represión, la paramilitar Alianza Anticomunista Argentina ya
estaba actuando en la confección de fichas de disidentes políticos de izquierda
y en secuestros, atentados y asesinatos.
Se
presume que, como parte de un engaño, “alguien” los convenció de regresar
clandestinamente a Brasil.
Lilian
“Lili” Ruggia sostuvo que su hermano “era un joven muy sensible” y recordó que
Enrique “sintió admiración por aquellos luchadores”. Sobre los momentos finales, agregó que “al
parecer existió un plan en Brasil para tratar de atraer a los militantes y por
eso mandaron a dos colaboradores (antes guerrilleros) a Argentina, entre ellos
una mujer".
El
objetivo fundamental de los militares brasileños estaba dentro del grupo que
integraba “El Grillo”: "Tenían muchas ganas de atrapar a Onofre Pinto, ex
lugarteniente de Carlos Lamarca, con quien tenían un doble ensañamiento porque
había sido suboficial del ejército. Enrique vino un día a decirme que se iba
para realizar grandes cosas. Fue la última vez que lo vi".
En 1992, tras 18 años de búsqueda, Lili conoció
la verdad en Río Grande do Sul. Supo que el joven sampedrino murió en una
trampa tendida por la dictadura brasileña, que llevó al grupo de muchachos
hasta una finca donde los esperaba el ejército.