Condolencias de Sociedad Rural por la muerte Luciano Miguens, fundador de la Mesa de Enlace

La Sociedad Rural de San Pedro compartió sus condolencias con la familia y amigos de Luciano Miguens, ex presidente de la Sociedad Rural Argentina.  El dirigente agropecuario y criador de caballos criollos marplatense tenía 85 años. 

“A mi marido lo mataron sus compañeros”, dijo la esposa de Reyna

Lorena Cardozo, esposa del asesinado policía Juan Gabriel Reyna, sostuvo, en declaraciones al diario "Clarín", que a su marido lo mataron sus propios compañeros. 
Además, expresó que el efectivo asesinado en el asalto a la joyería "Taibo" le advirtió "no tengo amigos en la Policía".


Este es el texto completo: 

"Lorena Cardozo, esposa de Juan Gabriel Reyna, cuenta que tras el crimen de su marido la llamaron para exigirle salir en los medios hablando bien de los policías de San Pedro y la amenazaron por teléfono. 
Asegura que la primera fiscal que tuvo la causa nunca la atendió y que el segundo no la dejó declarar. Hasta el día de hoy siente miedo. Un miedo que, aclara, durante un tiempo no le permitió luchar como le hubiese gustado para llegar a la verdad. 
Su marido se lo había advertido: “Si me pasa algo no le pidas ayuda a mis compañeros. Acordate: yo no tengo amigos en la Policía, no confíes en ellos. Cuidá a nuestros hijos, nada más”. 
El juicio le reavivó el dolor. En un principio creía que llegar a esa instancia significaría cerrar una etapa de su vida. Pero no. Fue a la última audiencia resignada: sabía que los únicos dos acusados no eran los asesinos. 
 “Desde un principio dije que a mi marido lo mataron sus compañeros”, le cuenta a Clarín en uno de los bares de la plaza de San Nicolás, donde vivía la víctima. Cuando se le pregunta por la placa y el monolito que recuerda a Reyna en la comisaría de San Pedro, Lorena se ríe. Cuenta que ninguno de ellos se acercó para ayudarla. “La culpa no los deja ni los dejará acercarse a mi familia. Patricia Melgar, la compañera que estuvo en el hecho, le puso el nombre de mi marido a su hijo. Eso es la culpa. Ella sabe bien qué pasó en la joyería”.
Para entender la postura de Cardozo hay que ir hacia atrás. El 22 de septiembre de 2012, en un accidente de tránsito, murió un joven identificado como Ezequiel Primoy. Su auto quedó secuestrado en un depósito fiscal. Un año después sus padres obtuvieron el permiso para retirarlo. Pero el Volkswagen Vento no estaba completo: le faltaba el motor y tenía otras cuatro ruedas, de inferior valor a las originales. La familia de la víctima hizo la denuncia y tres policías quedaron involucrados. “El cuaderno de entrada y salida de autos desapareció”, recuerda Lorena. “Mi marido estaba como testigo de la causa y me contó cómo esos tres policías lo amenazaban para que declarara a favor de ellos. Eso lo tenía mal. Las amenazas habían empezado cinco meses antes del día de la joyería”.
Reyna había ingresado a la Bonaerense en 2003. Según el recuerdo de su esposa, amaba ser policía y vivía diciendo que le gustaba “combatir la delincuencia”. Estuvieron juntos 17 años y tuvieron dos hijos. Vivían en San Nicolás. Reyna viajaba cada día en su Ford Falcón hasta la comisaría de San Pedro, donde trabajaba.
Lorena recuerda que desde la muerte de su marido hubo actitudes de los policías que llamaron su atención: ninguno de sus compañeros se acercó a su casa. Un comisario recién la llamó para avisarle sobre el crimen tres horas después del flash del noticiero. Una mañana contó todo en un medio local. A los pocos días, en la Departamental de San Nicolás le pidieron si podía volver a hablar con los periodistas, pero “limpiando” a la Policía. Como se negó, a los días la amenazaron por teléfono. También recibió un llamado anónimo: del otro lado de la línea le preguntaban si quería saber la verdad y hasta le ofrecieron un video de lo que ocurrió en la joyería. Las mismas imágenes que en la fiscalía le dijeron que “se habían borrado por la humedad”.
Las críticas de Cardozo también alcanzan al fiscal del caso, Hernán Granda. “Una vez lo fui a ver a su oficina y me dijo:‘Si te citamos como testigo es solo para que cuentes que tu marido era un buen padre. Todo lo demás es para entorpecer la causa. Y la hipótesis ya está armada. Falta nada para que empiece el juicio’. Me fui de ahí con mucha bronca por no poder contar la verdad. Por eso decido hacerlo ahora”, explica



Encubrimiento
El 26 de noviembre de 2013, en el centro de la ciudad de San Pedro, dos ladrones ingresaron a la joyería “Taibo”: el robo terminó con el asesinato del policía Juan Gabriel Reyna y tres detenidos: los dos asaltantes y un presunto cómplice. Rápidamente el caso se volvió mediático. Era el cuarto agente bonaerense muerto en dos semanas y el número 28 en lo que iba del 2013. Alejandro Granados -en aquel entonces Ministro de Seguridad- y Hugo Matzkin -jefe de la Fuerza- llegaron para acompañar a los oficiales que habían organizado una movilización.
Las imágenes de la protesta aparecieron en gran parte de los medios de comunicación. Pero Lorena Cardozo, viuda de Reyna, no creía en la versión oficial. Casi cuatro años después, el viernes 14 de julio, se demostró que no estaba equivocada: los asaltantes fueron absueltos del homicidio de Reyna tras un juicio por jurado popular, aunque siguen detenidos en la Unidad N° 3 de San Nicolás. Mario Dominé sólo recibirá una pena por la tentativa de robo a la joyería, que se conocerá el 3 de agosto. Su cómplice, Facundo Díaz, escuchará su condena por las tentativas de robo y de homicidio, ya que afuera de la joyería disparó contra un policía y lo hirió. El tercer detenido no fue juzgado.
“Hubo un homicidio y no solo hay un culpable; ni siquiera hay procesados. Se supone que a partir de ahora puede comenzar otro juicio, pero la verdad es que no tengo esperanzas de que se llegue a la verdad. La Bonaerense es capaz de hacer cualquier cosa con tal de quedar limpia”, asegura Cardozo a Clarín.
El veredicto fue unánime. Las 12 personas que integraron el jurado decidieron absolver a los acusados, que afrontaban una condena a perpetua. Su conclusión no fue caprichosa: en el juicio se determinó que el orificio en el cuerpo de Reyna no era acorde a un proyectil de calibre 22, el arma que se les secuestró a los detenidos. Era mucho más propio de un disparo de 9 milímetros, el arma secuestrada a la policía Patricia Melgar, que había ingresado a la joyería con Reyna. En las pericias se acreditó que hubo al menos 12 disparos y que el agente asesinado, ya herido, vació su cargador.
 “Hay una cuestión que es científica”, explica Pablo Vacani, defensor oficial. Y agrega: “El perito médico determinó que el diámetro de la herida mortal era de unos 8,26 milímetros; mientras que la del calibre 22 se suele aproximar a los 5,5”.
Que el proyectil no fuera compatible con la herida no fue la única irregularidad de la causa, llevada adelante por la suspendida fiscal Gabriela Ates y luego reemplazada por Hernán Granda, que sostuvo la hipótesis de su colega. También hay que sumarle que en un principio no hubo levantamiento de rastros y evidencias, ni fotos de registros, y que la vaina en el suelo no era compatible con la de la pericia balística. Clarín intentó contactarse con el fiscal Granda, pero durante la última semana se encontraba de vacaciones.
En su primera declaración, la policía Patricia Melgar declaró que ella había disparado durante el robo. Sin embargo, durante el juicio aseguró que mientras forcejeaba con uno de los ladrones se le “escapó” un tiro. “Estaba en el hospital y en estado de shock”, argumentó cuando le preguntaron por qué cambió su versión.
Hasta el momento el juicio solo sirvió para absolver a los dos acusados. Sin embargo, se espera que próximamente se abra una nueva investigación sobre las irregularidades de la causa -entre las que se destacan las diferencias sobre la bala utilizada en el crimen- y si Melgar puede ser procesada por el homicidio.
Roxana Medina fue una de las integrantes del jurado popular. Mientras prepara un mate en su casa del barrio Suizo, en San Nicolás, recuerda que después del fallo salió de la sala, cruzó a la plaza y se puso a llorar. “Durante los tres días del juicio sentí que si los dos detenidos eran condenados a perpetua no iba a poder volver a dormir en paz”.