Los restos de una familia de un pez acorazado que vivió hace más de 10 mil años, fueron encontrados durante una de las habituales recorridas de integrantes del equipo del Museo Paleontológico.
José Luis Aguilar y Julio Simonini encontraron el fósil en Campo Spósito.
Al comenzar la recuperación del ejemplar, comprendieron que estaban ante los restos de un pez acorazado que se había preservado en sedimentos posiblemente lagunares depositados a finales de la Edad Lujanense, por lo que su antigüedad se estima superior a los 10.000 años.
En una cuidadosa y paciente tarea, los integrantes del Museo lograron obtener unas 40 placas óseas, espinas pectorales, vértebras y algunos radios osificados de las aletas dorsales; además de lograr recuperar la cola del animal totalmente articulada, es decir, armada en posición de vida.
Si bien la forma y el tamaño de las diminutas plaquetas o escudetes, presentan ciertas variaciones, en su mayoría son de aspecto rectangular, cóncavo y de unos 6 a 11 mm por lado. Su espesor no es superior a 1 mm y, si bien son pequeñas, poseen una resistencia importante. Todo el cuerpo del animal estaba cubierto por este sistema de “escudos” que protegían al pez del ataque de los depredadores.
Las vértebras recuperadas son bastante cuadradas y extremadamente planas para optimizar los movimientos en el agua. El equipo del Museo también recuperó algunos radios osificados que formaban parte de las aletas dorsales, pectorales y caudales y permitían al pez extender dichas aletas para lograr, así, conducirse en el flujo de agua con total manejo de sus movimientos.
El pez hallado pertenece a la familia de los loricáridos, del latín lorica, que significa “cuero” y que alude a las armaduras utilizadas en la antigua romana. Son un grupo de bagres cuyos cuerpos están provistos de importantes medidas defensivas: placas, púas y aletas osificadas. En nuestro país se los conoce popularmente como “viejitas del agua”, entre otros nombres comunes y son animales de aspecto poco vistoso. Su boca está adaptada para succionar y rascar los fondos rocosos en busca de vegetación acuática de la cual se alimenta.
Importancia del hallazgo Los restos fósiles de estos peces son extremadamente raros y se reducen a un pequeño número piezas en todo el país. De hecho existían, hasta hoy, sólo tres antecedentes de hallazgos similares.
Fue Florentino Ameghino quien, en 1898, citó por primera vez, restos fósiles de loricáridos en sedimentos del Pleistoceno de la región pampeana.
La segunda aparición de restos asociados a esta familia correspondió a un hallazgo en 2008, en Salto, también en provincia de Buenos Aires, y fue publicado por los investigadores Bogan, Reyes, Toledo y Ramírez.
La tercera aparición de fósiles de esta familia se dio en sedimentos pleistocenos a orillas del río Salado, en provincia de Santa Fe y fueron identificados y publicados por la Dra. Evelyn Vallone y otros autores en 2017.
El fósil descubierto en San Pedro, es el cuarto ejemplar hallado para la ciencia en sedimentos correspondientes al final del Cuaternario de Argentina y el único que presenta una fracción del animal articulada en “posición de vida”, ya que se pudo recuperar el tramo final del cuerpo del animal con sus plaquetas, vértebras y radios de su aleta caudal totalmente completos y ensamblados entre sí.
Este fósil representa una valiosa oportunidad para ampliar el conocimiento de estos peces ya que, de los hallazgos anteriores, el citado por Ameghino nunca fue ubicado en las colecciones y su existencia es incierta.
Opinión de una especialista La Dra. Evelyn Vallone, del Centro de Investigaciones Científicas y Transferencia de Tecnología a la Producción (CICyTTP-CONICET) comenta que “estos peces, del orden Siluriforrnes, que se incluyen en la familia Loricariidae, se distribuyen desde Costa Rica y Panamá hasta Argentina (López y Miquelarena, 1991). Dicha familia incluye alrededor de 96 géneros y 716 especies (Ferraris, 2007) y son peces carentes de escamas que presentan su cuerpo recubierto por numerosas placas óseas, así como con gran cantidad de odontodes (dentículos), distribuidos inclusive en los radios de las aletas. Su boca se dispone ventralmente conformando con los labios una especie de disco.
A pesar de la gran diversidad mostrada por las formas existentes en la actualidad, los registros de loricáridos fósiles son extremadamente raros”.