Un hombre que araba su campo, ubicado en proximidades de la Curva de la Muerte, sobre la ruta 191, encontró los restos de una boleadora enterrada a unos 30 cm de profundidad.
Eladio Martínez llevó la esfera de piedra, a la que atribuyó un interés cultural, al Museo Paleontológico, para que se estudiara el hallazgo.
En el lugar, comprobaron que es una bola utilizada en una boleadora por pueblos originarios. Está construida de granito, piedra inexistente en nuestra zona.
Estas bolas, que se suelen encontrar en los campos de la provincia, fueron utilizadas como armas de cacería por las etnias que poblaban la llanura. Están esculpidas en rocas duras provenientes, principalmente, de las serranías de la zona de Tandil y Sierra de la Ventana. También de la zona de isla Martín García. En el intercambio comercial existente con las tribus locales, estas bolas eran canjeadas por alimentos, cueros, alfarería, etc.
Algunas poseen una ranura en el medio de la esfera rocosa para atar los listones de cuero con los que se armaban las boleadoras pero este no es el caso. Esta bola es lisa por lo que, seguramente, era envuelta un trozo de cuero que se ataba a las tiras y así quedaba armada la boleadora.
Era frecuente que quedaran extraviadas luego de una cacería.