Descubren el fósil de un bagre de 200.000 años de antigüedad

Un equipo del Museo Paleontológico de San Pedro realizó un nuevo hallazgo de gran relevancia en el yacimiento de “Campo Spósito”: el fósil de un bagre de 200.000 años. La pieza, parte del cráneo del pez, fue descubierta durante tareas de muestreo en el Bajo del Tala que realizaban  José Luis Aguilar (Director del Museo Paleontológico de San Pedro), la Dra. Analía Forasiepi (IANIGLA-CONICET) y el Sr. Damián Voglino (el primero en observar el fósil en el terreno),  Este nuevo descubrimiento refuerza la teoría de que la zona fue un río prehistórico, lo que abre nuevas perspectivas para comprender la fauna y el ecosistema de la región durante el Pleistoceno medio. El pequeño hueso, de apenas 2 centímetros, proporciona valiosa información sobre las características del curso de agua y las especies que lo habitaban.

El velero "Soledad" vuelve a San Pedro, a 70 años de su construcción

En las últimas horas de este viernes 4 de enero volverá a San Pedro el velero "Soledad", 70 años después de que tocara el agua por primera vez.
Los actuales propietarios de la embarcación, Adrián y Patricio Yriarte, de San Isidro, mantuvieron contactos en los últimos meses con el grupo "Amigos del Club Viejo".

Finalmente, decidieron navegar hasta San Pedro. Ayer llegaron a Zárate, en donde hicieron noche, para zarpar temprano hacia nuestra ciudad. Al atardecer, el mítico velero será recibido por una flota que acompañará su ingreso a la darsena del Club Náutico.
Lo esperan muchos de los sampedrinos que tuvieron que ver con su historia, o los descendientes de aquellos que ya no están.


El Soledad
El barco fue construido en 1949 conforme a un diseño del Estudio Sörensen Viale, con 10,50 metros de eslora, unos 2,40/2,50 de manga, y un mástil de 14 metros.
Demandó mas de un año de trabajo, y el carpintero jefe era Vicente Soka (padre de Daniel) quien contaba con el apoyo de un grupo calificado de ayudantes.
El “Soledad” tenía sólidas cuadernas cada 50 centímetros, y el entablonado inferior era de lapacho, mientras que por encima de la línea de flotación predominaba el cedro. La cubierta y los interiores eran de viraró, los tornillos de bronce con remaches de cobre, y el velamen de algodón egipcio color amarronado. Hay una anécdota curiosa que habla de la calidad de su construcción: para el calafateado vino el mismo equipo que atendía el yate Presidencial “Tecuara”, y comentaban entre sí que nunca habían visto juntas tan unidas y prolijas. Hasta el punto que tuvieron que forzarlas para que entrara el pabilo.
Se comandaba con un timón de barra (no de rueda) y estaba provisto de 6 cuchetas, baño y cocina. Contaba además de un motor auxiliar “Albin” de 8 HP.
"Tendía a escorar bastante, no por falta de quilla sino mas bien por exceso de palo" señalan quienes navegaron en él.
"Es muy probable que Don Facundo Larrondo, su propietario, le haya dicho a Sorensen Viale que estaba destinado a navegar por lagunas y ríos interiores, y éste le agregó paño, por si acaso" agrega un posteo en el grupo "Amigos del Club Viejo".
No obstante, en su viaje inaugural por alta mar llegó hasta Río de Janeiro, en 1954.

La tripulación de esa aventura náutica, en una embarcación carente de instrumental, estaba integrada por el propio Facundo Larrondo, Jorge Porta, Juan Carlos Rosito y José “Pepe” Geoghegan.
El bautismo se produjo unos meses antes, en una regata Rosario-San Pedro.
En el año 2004, 50 años después del viaje a Río, los tripulantes y amigos de entonces se reunieron en el Náutico Viejo, en su homenaje.

José “Pepe” Geoghegan recordaba que un importante diario de Buenos Aires calificó a los cuatro tripulantes de “Laguneros irresponsables”, por incusrionar mar adentro frente a las costas de Brasil, mientras los guardacostas de al menos dos países los daban por perdidos, ante la imposibilidad de comunicarse.


Un velero llamado Soledad
El siguiente texto fue publicado en el grupo "Amigos del Club Viejo":

"Un velero llamado Soledad, y una laguna sin retorno que tercamente habita dentro nuestro. Y es curioso, o patético al menos: ni siquiera fue azul. Una laguna rodeada de juncales, y el pausado murmullo de olas sin rumbo fijo, empecinadas en lamer las proas de los botes, como ansiosos cachorros. Cada tanto, la bruma del invierno jugaba a la escondida con ese embarcadero que llamábamos rambla. Y una ristra de apacibles canoas dejaba que las horas les pasaran de largo. Recuerdo los Paulinos bailoteando en fila india, y las tardes de octubre cayendo sin apuro sobre la rinconada. Regresa el Soledad a sus ancestros. Nada es igual ahora; no hay laguna que valga. Se la llevaron puesta con una simple draga, y un expediente de rutina. Pero ellos, los pioneros, los que escribieron esta historia, de algún modo intangible andarán por aquí, por el Club Viejo… Esperando que llegue el Soledad"