Al igual que en el resto del país, el apagón provocado por el colapso del sistema interconectado generó múltiples inconvenientes en la vida cotidiana de los sampedrinos.
El corte de luz dejó apagadas las bombas de extracción en toda la ciudad. El agua potable que quedó disponible fue la de los tanques de almacenamiento domiciliario, que en muchos casos no alcanzó.
Algunos vecinos informaron en las redes sociales que recolectaron agua de lluvia para los sanitarios.
El Día del Padre se caracterizó por las dificultades para las comunicaciones. La telefonía móvil retrocedió en el tiempo una década, durante gran parte del día. Algunas compañías pudieron ofrecer servicios de datos en 3G, otras quedaron en la segunda generación y muchos usuarios estuvieron definitivamente incomunicados, incluso para las llamadas.
Los panaderos que trabajan con hornos eléctricos sufrieron importantes pérdidas, ya que el corte se produjo en un momento clave de la producción diaria.
Varios supermercados no abrieron sus puertas, o cerraron durante el día. A los problemas para conservar la cadena de frío, se sumaron los inconvenientes para manejar las cajas. En algunos de esos comercios los repositores se ubicaron en las góndolas y desde allí gritaban, a quien estaba cobrando, el precio de los productos.
El agua mineral, las velas y las pilas se transformaron en los productos más demandados en los negocios que permanecían abiertos.
La luz volvió a las localidades a media tarde, aunque la ciudad anocheció a oscuras. Finalmente, pasadas las 19.30, cuando todos se preparaban para acostarse temprano después de cenar a la luz de las velas (o los celulares), el servicio fue restituido.