Una precaria construcción de madera, palos y nylon a centímetros de la bajada al Cementerio es, desde este fin de semana, la
"casa" de tres pequeños niños y sus padres.
En lo alto de la barranca, en un relleno con tierra floja y arena, sufren todo el día el riesgo de ser arrollados por los camiones areneros que suben y bajan por el lugar.
Juan Amarillo, de 30 años, es changarín. Pero ya no tiene trabajo y no pudo seguir pagando el alquiler. Por ese motivo decidió pedir ayuda a su hermana, aunque el lugar no alcanzaba para todos. Fue entonces cuando se "mudó" a ese lugar.
"Veníamos alquilando. Laburo de changarín, no me daban los números, conseguí esas maderas y anoche tuve que ir a dormir con mi hermana por el tema de los chicos" explicó, en declaraciones a "Equipo de Radio".
"Tengo tres chicos, vivíamos alquilando, quedamos en la calle. Mi cuñada me dio lugar por dos o tres días pero no tenemos más lugar" agregó su esposa. "Directamente estamos en la calle. Necesitamos una ayuda para los chicos. Tengo dos varones, uno de 6 y otro de 7, y una nena de 9. No los puedo mandar a la escuela porque me queda todo lejos. No tengo una bici siquiera" agregó.
Literalmente, viven al borde del precipicio: "Hay mucho riesgo acá, no podemos vivir. Cuando llueve se inunda todo, no hay luz, no hay agua, hay peligro por los camiones que van y vienen, pasan los autos. Además, esto era un zanjón, y lo tuvimos que rellenar todo".
Juan pidió ayuda para poder conseguir un trabajo ("de albañil, pintor o lo que sea que pueda aprender") con el que sostener a su familia. Pero también abrigo y alimentos para sus hijos para pasar las próximas horas. "Ayer tuve que vender la garrafa para darles de comer a los pibes. Fuimos a Desarrollo pero nos dijeron que no hay nada" explicó.
En el interior de la casilla, no hay mesa y no hay cama. Apenas un colchón, sin frazada. Así pasarán las próximas horas, a la espera de la solidaridad de los vecinos, o la intervención del Estado.