En un registro prácticamente inédito en la historia argentina, tres manuscritos publicados por el Grupo Conservacionista de San Pedro, revelan los colores con los que el General Lucio Mancilla pintó su artillería durante la Guerra del Paraná.
Se trata de tres documentos manuscritos depositados en el Archivo General de la Nación en los que, tanto uno de sus oficiales, como el mismo Lucio Mancilla, Comandante en jefe del Departamento del Norte durante la Guerra del Paraná, solicitan a la Comandancia de Rosas en Santos Lugares, determinadas partidas de pintura para “pintar y repasar las cureñas” de su artillería.
Las cartas de los colores Las cartas donde se mencionan los colores de las baterías confederadas llamaron la atención de José Luis Aguilar, miembro fundador del Grupo Conservacionista de San Pedro, equipo del Museo Paleontológico “Fray Manuel de Torres”. Al analizar su contenido por primera vez comprendió que estaba ante un dato histórico novedoso que agregaría, literalmente, una pincelada de color al estudio de la Guerra del Paraná.
Según sus propios comentarios, “Las notas están fechadas el 29 de diciembre de 1845 desde San Nicolás; en enero de 1846 desde Rosario y el 16 de febrero de 1846 desde Buenos Aires.
En la primera nota, es el Comandante Francisco Crespo quien solicita al Juez de Paz de San Nicolás, Teodoro Bardoná, la provisión de pintura para `pintarse y repasarse las cureñas y el armón de la artillería volante al mando del Teniente Alzogaray`. En ella solicita pintura colorada, blanca y negra, junto a aceite de linaza, aguarrás, lona y tachuelas. Cierra la nota explicando la urgencia del envío y solicitando, además, los pinceles necesarios para el repintado de la artillería.
La segunda carta analizada por el integrante del Museo Paleontológico de San Pedro está firmada por el propio Lucio Mancilla.
En ella, el General del Ejército Confederado solicita expresamente `los artículos que son necesarios para pintar los cañones nuevamente montados`, detallándolos de la siguiente forma:
2 barriles de pintura punzó (rojo fuerte), de una arroba
2 barriles de pintura blanca, de una arroba
1 barril de pintura negra, de una arroba
2 garrafones de aceite de linaza
1 garrafón de aguarrás
2 arrobas de tiza para macilla
4 pinceles
La arroba, como unidad de masa (en el caso de la tiza solicitada), equivale a unos 11 kilogramos. Como unidad de volumen (en el caso de la pintura), equivale a unos 12,5 litros.
En el caso de la tercera carta - continúa Aguilar - está escrita en Buenos Aires y es la resolución del Gobernador Juan Manuel de Rosas acerca del pedido hecho por Mancilla, ordenando al Edecán Antonino Reyes, en Santos Lugares, el envío de los materiales solicitados.
En ella se reiteran, uno por uno, los materiales pedidos por Mancilla y la aceptación de que `cuyo presupuesto en la parte que corresponde queda aprobado con sujeción a los precios corrientes de plaza…”
Importancia de los colores Desde el Grupo Conservacionista de San Pedro opinan que “indudablemente, el paso de un pedido tan simple como unos litros de pintura por las manos de un Comandante en Jefe, de un oficial de alto rango y del Gobernador mismo, denota la relevancia que se le daba a los colores con los cuales se destacaban las fuerzas desplegadas en combate.
Al contrario de la lógica militar surgida en el siglo XX y perfeccionada en la actualidad, donde el camuflaje debe ser lo más perfecto posible y permitir invisibilizar las fuerzas desplegadas por un ejército, en la Guerra del Paraná, sin escapar a la usanza de la época, primó todo lo contrario. No sólo los uniformes estaban confeccionados con colores fuertes y vivos (Patricios, Colorados del Monte) sino, como lo demuestran estas cartas, también las piezas de artillería emplazadas en el campo de batalla.
En algunos casos, el rojo en la ropa de los soldados era para disimular la sangre de las heridas. En este caso, el pintar de rojo, negro y blanco a la artillería utilizada, tal vez buscaba sobredimensionar el poder de fuego que se tenía haciéndolas bien notorias a los ojos de los enemigos.
Es fantástico haber logrado obtener, en el último año, no sólo los nombres de aquellos que construyeron las baterías en la Vuelta de Obligado, sino, saber algo de su vida posterior al combate y ahora, conocer los colores con los que el General Lucio Mancilla mandó a pintar su artillería. Es como si la historia, de repente, cobrara vida…”
El equipo del Museo Paleontológico de San Pedro trabajó con el ilustrador Miguel Lugo, de la ciudad de Ramallo, para realizar una interpretación de cómo habría distribuido Mancilla esos colores en su artillería. De acuerdo a esas estimaciones, el rojo, como color principal del ejército federal, habría sido utilizado en las cureñas o cuerpos de madera que poseían los cañones. El negro, recubriendo el cuerpo cilíndrico del cañón en sí. Y el blanco, podría haber estado reservado para destacar accesorios metálicos de las piezas de artillería, como las masas de las ruedas, sus llantas, el gancho de arrastre y el calibrador de ángulo de tiro.
Esta interpretación brinda una imagen muy llamativa de la artillería que la destacaría entre el verde circundante de la vegetación presente en las barrancas de la Vuelta de Obligado.
Estas tres cartas, representan un caso prácticamente inédito en la historia argentina donde se pueden conocer los colores utilizados para pintar las piezas de artillería en una batalla; y son el primer registro, asociado a la Guerra del Paraná, en el que aparece expresamente documentado el uso de pintura para resaltar las baterías.
De baterías, herreros y carpinteros Esta información de los colores con que estaba pintada la artillería de la Guerra del Paraná, se suma a otra investigación que este mismo equipo publicó hace un año: los nombres de los carpinteros y herreros que construyeron las baterías en la Vuelta de Obligado.
En este sentido, datos recopilados por el historiador Roberto Colimodio Galloso, colaborador del Museo de San Pedro, permitieron hacer un seguimiento de algunos de esos hombres luego del combate. Según Galloso, “ Felis Machado, fue censado en Arroyo Seco en 1869, con 40 años de edad, de ocupación almacenero. De Juan Saragoza, sabemos que nació en 1821 y fue censado en Junín en 1869. Isidoro Molina nació en San Nicolás en 1828, hijo de Manuel Molina y Sabina Alfonso. Ponciano Godoy nació por 1807, hijo de Luciano Godoy y Silveria Gómez. Contrajo matrimonio en Rosario con María Antonia Molina y, radicado en San Nicolás, es censado en 1869. De ocupación, carpintero. Gaspar López, tucumano, nacido por 1819, es censado en 1869 en San Nicolás junto a su esposa María Robledo y sus hijos. Ocupación, carpintero. Simón Sueldo es censado en 1869 en Chivilcoy, declaró 45 años y ser bonaerense; de profesión carpintero. Para 1846 vivía en San Nicolás con su familia.
Con respecto a Mariano Baró, si bien no hay datos específicos sobre él, el apellido Baró se encuentra en la zona de Ramallo y San Nicolás en el siglo XIX. De Gervasio Granel, sabemos que nació en San Nicolás, hijo de Félix Granel y Felipa González, en 1826. Tuvo numerosa descendencia que llega hasta nuestros días. Fue censado en 1869, de ocupación, herrero. Fue destacada personalidad de la sociedad nicoleña. De Antonio Guimarain, sólo sabemos que su apellido es encontrado en Rosario y Villa Constitución”.