Por Pablo Mascareño para el diario La Nación
La voz que se escucha del otro lado de la línea reafirma la familiaridad que supo ganarse desde aquel 1967 en el que debutó en Radio Argentina transmitiendo competencias automovilísticas. Aunque algo ya había hecho en su San Pedro natal y en Radio Porteña en una aventura casi amateur junto a algunos amigos compinches. “Aún no había ingresado en el ISER, pero ya tenía la pasión por esta actividad”, rememora Fernando Bravo en el inicio de una extensa charla con LA NACIÓN. La excusa para conversar es la nueva temporada de Bravo.Continental, el clásico vespertino que sale al aire de lunes a viernes, de 13 a 17, por la AM 590.
Bravo, a la vieja usanza, trata de usted. Suena artificioso retribuir de igual modo. Es que ese timbre del buen decir está tan instalado en la memoria colectiva que genera una empática sensación de confianza y cercanía. Unos segundos de duda prologan el tuteo que gana la partida. No es posible el distanciamiento ante esa voz que acompaña, desde hace 54 años, a través de la radio, medio que el 27 de agosto del año pasado cumplió sus primeros 100 años de vida. Más de la mitad de ese siglo, lo tuvo al sampedrino transitando sus estudios.
”La radio conlleva una cercanía con el oyente que no logra ningún otro medio. La palabra vincula de una manera extraordinaria y ese lazo que se establece con la gente es mucho más sólido que el que puede construir la televisión”, reflexiona con conocimiento de causa y agrega: “Hoy, con la tecnología vigente, el oyente tiene una participación muy activa, eso genera empatía. La radio se ha ido modificando tanto en su manera de hacer como en sus posibilidades técnicas, con las aplicaciones móviles no hay lugar donde no puedas escuchar radio. En cuanto a los contenidos, hay toda una generación joven que es muy buena, la radio se renovó sin descuidar su esencia”.
El horario de Bravo.Continental facilita un tempo pausado, menos vertiginoso que el que atraviesa la mañana radiofónica desde el amanecer. A la tarde es posible la conversación más extensa, el abordaje de temas que salen de la coyuntura inmediata y jugar con las aventuras musicales, una rareza después del mediodía. Si para muestra basta un botón, el miércoles pasado, el conductor dedicó varios minutos de la apertura de su programa a repasar algunos clásicos de Elis Regina como “Agua de marzo” y “Corcovado” interpretado por la cantante junto a Tom Jobin. Buceador incansable de curiosidades, la Bossa Nova sonó singular con una grabación de Regina y Pelé, registrada en 1969. Delicias que premian al oyente refinado.
“Es cierto que la tarde permite determinadas licencias que, en otros horarios, resultan menos frecuentes. En general, a la tarde se habla más pausado, hay menos estridencias. Aunque Marcelo Longobardi, en la primera mañana, habla en un medio tono que se aparta de algunas propuestas más gritadas que se pueden escuchar a esa hora”, analiza el locutor que no duda en reconocer su paso por casi todas las emisoras porteñas: “Mi domicilio es el aire”, sostuvo más de una vez. En esa dirección postal es donde se permite, por ejemplo, leer El principito sin que la información de último momento se lo lleve puesto.
Esta etapa de Fernando Bravo en Radio Continental se inició el 2 de febrero de 2009, cuando se mudó de Radio del Plata, estación en la que había trabajado durante 14 años. A finales de 2008, Marcelo Tinelli, quien era el propietario de Del Plata, había decidió desprenderse de la emisora. Su alejamiento implicó un cambio radical en la programación. “Venía analizando la idea de irme, así que cuando Tinelli me contó sobre la venta, ya tenía mi decisión tomada. De no haber sido así, tampoco me hubiese interesado trabajar para Electroingeniería, la empresa que tomó posesión de la radio y no tenía nada que ver con los medios y que viró a Del Plata hacia una postura partidaria vinculada al kirchnerismo”. Su legado no fue menor: su paso por la frecuencia del 1030 hizo que la emisora escalara del octavo al segundo puesto.
“Soy locutor y reivindico el rol”, se ufana, aunque es innegable el notable valor de su carrera periodística. “El 7 de junio no devuelvo los regalos”, dijo jocosamente en una entrevista en el programa Cada noche de la TVP, haciendo referencia a los presentes que le llegan en el Día del Periodista. Bravo nunca hizo alardes, pero pregunta bien, analiza mejor y no tiene pelos en la lengua para criticar y rebelarse ante casos de corrupción y situaciones injustas. Será por eso que vivió alguna incomodidad en la calle generada por quienes no comulgaban con algunos de sus planteos críticos.
El 2 de febrero de 2009, en una entrevista realizada por la periodista Alicia Petti publicada en LA NACION, Bravo reconoció que su elección por Continental tenía que ver con determinadas garantías: “Uno sabe que llega a un medio que está manejado por una empresa periodística y no por empresarios ajenos a los medios. El aval de que estén Magdalena y Víctor Hugo en la programación de la radio a mí me da una tranquilidad enorme”, dijo aquella vez. Con el tiempo, tanto Magdalena Ruíz Guiñazú como Fernando Bravo se fueron alejando del pensamiento de Morales, al punto tal que Bravo dejó de compartir unos minutos de aire con el uruguayo en el inicio de su programa. El tiempo y la patológica grieta social de la Argentina hicieron lo suyo. “En aquel momento sentía eso y era lógico. Si bien estoy parado en un lugar ideológico diferente, considero que Morales es un hombre de radio hecho y derecho. No pienso como él, pero eso no invalida mi reconocimiento a su trayectoria como relator, a lo que hizo en el medio”.
El puntapié inicial para el arribo de Bravo a Continental lo dio Magdalena Ruíz Guiñazú, quien sugirió a los propietarios españoles de la emisora la inclusión del locutor en la programación. La escucharon y hoy Bravo.Continental ya tiene aura de clásico de la mano de un conductor que ocupa desde hace tiempo la categoría de “prócer”, luego de aquella generación conformada por Cacho Fontana, Juan Carlos Mareco, Antonio Carrizo y Héctor Larrea. Bravo es de la camada de Julio Lagos, Juan Alberto Badía, Juan Alberto Mateyko y Graciela Mancuso nombres relevantes que transitaron el medio con sonidos propios.
Vigencia
La extensa trayectoria no apagó la llama y aunque hay una casa a una cuadra de las barrancas que balconean al Paraná esperándolo, por ahora no piensa en un retiro definitivo ni en radicarse en San Pedro, aquella ciudad coqueta y ribereña que lo vio nacer el 20 de abril de 1944. “Pienso en que uno ya está en la etapa final, doblando el codo, no sé cuánto faltará. Algún día llegará el retiro, aunque aún me siento vigente, con energía y la llama encendida”.
El tono de voz se mantiene intacto y su timing en el aire y la agudeza de sus comentarios acaso lo encuentren en su mejor momento. Sus 76 años están muy bien camuflados. Bravo llega a la radio en moto o pedaleando con atuendo deportivo que le resta varios años. Sin embargo, la mirada está puesta en ese San Pedro natal, cuna de locutores como Lalo Mir o Estela Montes y refugio de Mónica Cahén D´Anvers y César Mascetti.
A orillas del Paraná, a 161 kilómetros de Buenos Aires, el terruño tira. Será por eso que sigue amando el agua del río, esa que desafiaba de niño con la natación cuando no había palometas al acecho. En San Pedro es donde despuntó sus primeros pasos como comunicador en alguna radio pequeña y en la propaladora que anunciaba los comercios en los parlantes colocados en las calles principales. Ahí se fundó el comunicador estricto y exquisito, ante la escucha de Aída y Armando, sus padres, siempre orgullosos de los primeros pasos de ese hijo al que bautizaron como Alberto Fernando Pochulu y llamaban cariñosamente Tito. Y sí, para la estelaridad suena mejor Fernando Bravo. Tenía razón Nelly Raymond cuando se lo sugirió. “Hoy no me cambiaría mi nombre, pero en aquellos tiempos era algo más habitual que la gente se pusiera apodos de fantasía”, recuerda.
Tito nunca olvidó el sacrificio de su padre. “Administró dos estaciones de servicio con vivienda. Tuvo su casa cuando se la ganó en una rifa”, rememora el locutor que supo de los esfuerzos familiares y del apoyo que le dieron Aída y Armando cuando tiró al diablo los apuntes llenos de números aburridos de Ciencias Económicas y se abocó a la locución. En 1964, aquella carrera solo era una excusa: “Fue la manera de salir del pueblo, de independizarme. Como me había recibido de Perito Mercantil, era, en cierta forma, la continuación lógica”. También atrás había quedado la aventura folclórica integrando el grupo Los Montoneros de Güemes, la agrupación con la que repasaba el cancionero telúrico en tiempos de su escuela secundaria.
Pocos después, y ya con la vocación definida, comenzaría su fiel romance con el micrófono. “Todos los días, por la tarde, me iba en tren desde San Pedro hasta Retiro para cursar en el ISER. Los celadores me dejaban salir a tiempo para poder regresar con el último servicio del Mitre. Llegaba a la madrugada, dormía un poco, y me iba a trabajar. En el asiento del vagón aprovechaba para recuperar algo de sueño”. No sin esfuerzo se recibió y lo hizo con honores. “Cuando me instalé en Buenos Aires, me fui a vivir a una pensión en Pueyrredón y Mansilla, cerca de donde hoy está Radio Mitre”. Fue la campana de largada para una carrera estelar. Trabajó en casi todas las estaciones: Argentina, Del Plata, Porteña, Splendid, Rivadavia, El Mundo, Continental, Mitre, La Red, y siguen las firmas.
Quien te ve...
Fernando Bravo llevó una carrera televisiva constante y sonante, aunque los últimos años lo encuentren navegando más cómodo los aires radiofónicos. Es de esa generación que descolló en un medio no atormentado por el minuto a minuto de la medición de audiencia, donde se podía extender una charla y abordar temas que hoy son infrecuentes en la pantalla chica.
Debutó frente a cámaras el 6 de marzo de 1969 en La campana de cristal, aquel emblemático programa producido por Nelly Raymond y en el que participaba un dream team formado por Héctor Larrea, Julio Lagos, Norberto Longo y Leonardo Simons. “Tenía bastante susto, el programa tenía mucha audiencia y era una gran responsabilidad estar allí. De todos modos, no era lo avasallante que suele ser hoy la popularidad que da la televisión”.
Luego siguieron Alta tensión, Show Fantástico, A todo color, Fair play y El precio justo, entre tantos otros títulos. Bravo nunca dejó de hacer televisión y fue protagonista de un hecho histórico: la conducción del inicio de la transmisión en colores desde la televisión estatal. “No hay registro de eso porque, por un error técnico, no se grabó”. Aquello aconteció el 1° de mayo de 1980.
Tres años después, ante el inminente regreso de la vida democrática al país, Bravo condujo, junto con la locutora Graciela Mancuso, el cierre de campaña de Raúl Alfonsín en el estadio de Ferro: “Sentía que era la mejor opción, no me parecía que la vuelta a la democracia tenía que ser de la mano de Ítalo Luder y por eso apoyé la llegada de Raúl Alfonsín a la presidencia”, sostiene, dejando en claro que lo suyo no es la tarea pública y que por eso no ocupó ningún puesto una vez que Alfonsín ocupó su despacho de Balcarce 50: “No me interesó jamás tener un cargo en el Estado o llevar adelante una tarea como funcionario. La comunicación con la gente es mi vocación genuina, pensar libremente y no estar condicionado”.
Aquellos recordados ciclos 20 Mujeres, que condujo junto a Mónica Gutiérrez en ATC, o Con Ustedes, en el que estuvo secundado por Néstor Ibarra en el antiguo Canal 13, permitían tocar temas de psicología o sexualidad, entrevistar referentes del mundo del espectáculo que tenían algo para contar sobre su tarea, y daban lugar al interrogatorio de la gente de a pie con sendos paneles integrados por el público. “Era otra televisión, más pensante, relajada, donde se corría menos y no había que estar detrás del rating de una manera desesperada. Hoy encuentro que el medio se bastardeó, priman los escándalos y las figuras que se prestan a ese juego. A mí no me interesa, prefiero la otra televisión”.
Aquella primavera democrática permitía el debate de temas cercenados en la dictadura: “Se hablaba de todo con mucha altura. Era una televisión con ideas, que tenía muy en cuenta al televidente al tratarlo con respeto y no subestimarlo”. En esos ciclos de pensamiento, la sexóloga María Luisa Lerer abría una puerta a temas nunca antes abordados en pantalla y la psicóloga Lía Lerner podía tomarse un buen rato para abordar aquellas cuestiones profundas y laberínticas del comportamiento humano.
En los ´90, llegaría Siglo XX Cambalache, el programa que repasaba hechos históricos y homenajeaba a figuras célebres que habían tenido un paso destacado por el mundo de la cultura y el entretenimiento. Con Teté Coustarot conformó una pareja televisiva perfecta y aquel ciclo se convirtió en uno de esos fenómenos que marcaron una página importante en el medio: “Lo recuerdo con mucho cariño, con Teté deseábamos que llegara el momento de hacerlo. Podíamos conversar con Sofía Loren o con Sandro, o repasar momentos de la historia”. Aquella idea de Gustavo Yankelevich demostró que la televisión altruista también podía contar con muy buena audiencia.
Amor
“Aquel encuentro fue muy simpático, siempre lo recordamos”. Bravo se refiere a esa vez en la que su actual mujer se le acercó en el Club Náutico de San Pedro para pedirle una entrevista. Lo curioso del caso es que Andrea Montaldo tenía 9 años y Fernando ya era un profesional. Ya adulta, ella se casó con otro y se separó muy rápido. Pero volvió a cruzarse con Bravo, quien la llevó al panel de su programa Con ustedes y a trabajar a Del Plata. No se separaron más. Comparten la vida y el amor por la locución, carrera que ella también abrazó. Cuando Montaldo se recibió en el ISER, Bravo fue su padrino. “Es una mujer completa y que me completa. Compartimos la vida, la pasión por los viajes, por estar juntos cerca del río, por cenar y conversar largo”, describe Bravo.
Antes había estado casado con la cantante Silvana Di Lorenzo, con quien tuvo a sus tres hijos llamados cariñosamente Nani, Luli y Nati. Eran una de esas parejas sólidas que nadie creía que alguna vez se podía separar. Hasta compartían trabajos como aquella joya televisiva llamada Mesa de Noticias. Sin embargo, el matrimonio llegó a su fin. Se separaron sin escándalos, con cierto perfil bajo: “Si uno no abre determinadas puertas, se puede llevar una vida privada, personal, sin mayores sobresaltos. Me pasaron las mismas cosas que a mucha gente y no encuentro ningún atractivo en mostrarlas o hacer un circo mediático con eso. Hay cuestiones de la intimidad que es muy sano preservar y proteger”.
En alguna entrevista televisiva, Di Lorenzo se encargó de remarcar la buena relación con su ex y con su actual mujer. “Es así, nos vemos en las reuniones familiares, conozco a su pareja y Silvana tiene buena relación con Andrea. ¿Por qué debería ser diferente? Tenemos una familia en común, hijos y nietos que queremos y nos hacen felices a los dos”, detalla. Cuando este cronista le comenta la buena relación entre la ex y la actual mujer del productor Carlos Rottemberg, quien supone que ambas se juntan para criticarlo, Bravo no puede evitar la carcajada: “No se si se ponen de acuerdo para hablar mal de mí. Es posible, pero no me consta”.
Ganó varios Martín Fierro y condujo la ceremonia de varias ediciones del gran premio entregado por Aptra. Tiene en su haber varios Konex y una infinidad de reconocimientos en todo el país. “Estoy muy satisfecho con mi trabajo, con todo lo que he logrado. Hice todo con pasión y siendo fiel a mi pensamiento, a mis modos. Creo que esa fidelidad a mi mismo, el no traicionarme, hizo que la gente valorara mi granito de arena en los medios”, concluye minutos antes de partir hacia los estudios de Radio Continental, donde, a la una en punto de la tarde, comenzará a sonar la cortina tradicional con ritmo de fanfarria circense y anunciándolo con bombos y platillos: “Aquí está, aquí llegó, el Bravo punto Continental, aquí llegó”.
Imposible no tutearlo. Su voz es tan cercana como la de un familiar o ese amigo con el que se comparten pensamientos sobre la vida. Pasaron 54 años de su debut en radio. Allá lejos quedó el pibe con aires de Beatle y pantalones Oxford. Maduró junto a sus oyentes de radio y los televidentes que lo vieron encanecerse prematuramente frente a cámaras. Jamás se sonrojó por llorar ante el público mostrando su sensibilidad. Hizo un culto del buen decir y a la convicción que abona a la idea de la libertad y la vida republicana. Fanático de River Plate, puede afirmarse sin temor a equivocación que Fernando Bravo jugó siempre en primera.
Pablo Mascareño para La Nación