Un quirquincho fósil de mayor tamaño que los actuales, y que proviene de una capa sedimentaria de unos 700.000 años y fue hallado a 4 kilómetros de la ciudad de San Pedro. Es uno de los ejemplares fósiles más completos del género y podría ser el más grande del que se tenga registro.
El descubrimiento se dio en una tarde de agosto de 2017. El sitio, un predio de extracción de tosca de empresa Tosquera San Pedro, ubicado a 4 kilómetros de la ciudad bonaerense. Un integrante del equipo del Museo Paleontológico “Fray Manuel de Torres” caminaba recorriendo el lugar donde, días antes, se habían extraído partes de un enorme oso prehistórico.
Mirando pacientemente el corte artificial de unos diez metros de altura dejado por la excavadora, observó una curiosa y delgada línea de pequeñas piezas negras que no eran rocas. Un delicado fósil afloraba en el sedimento.
Del animal se recuperaron decenas de pequeñas placas que formaban su caparazón, falanges de los dedos, vértebras y, lo más importante, el cráneo y mandíbulas, completos y articulados.
Todos los restos son de color oscuro, prácticamente negros. El ejemplar vivió y murió a finales de la edad Ensenadense, en un momento del tiempo ubicado alrededor de los 700.000 años en el pasado.
El ejemplar, cuya limpieza y preparación fueron realizadas por los técnicos Ana Moreno y Leonardo Pazo, fue comparado con medidas tomadas de unos 60 ejemplares actuales, arrojando un tamaño superior al 15 % con respecto a los ejemplares más grandes del grupo analizado.
Desde el Museo Paleontológico de San Pedro, José Luis Aguilar, descubridor del fósil, explica que “este quirquincho o ´peludo´, tal el nombre vulgar con el que se lo conoce en la zona, apareció incrustado en una placa de minerales, básicamente de carbonato de calcio, de 47 cm de largo x 28 cm de ancho; ubicada a unos 9 metros bajo el nivel actual de suelo. Allí estaban conservadas todas las piezas halladas;
como congeladas en el tiempo.
Este fósil presenta detalles interesantes para el género Chaetophractus, al que pertenecen estos animales, sobre todo teniendo en cuenta la época en la que vivió este ejemplar. Un período de mamíferos gigantes en el que esta zona estaba cubierta por vastos humedales, con suelos blandos, anegables y abundantes pasturas que atraían a todo tipo de animales. En ese sector, ya hemos podido recuperar restos de armadillos de más de una tonelada de peso, perezosos gigantes de diferentes géneros y restos del mayor carnívoro del Pleistoceno: un oso prehistórico de cuatro metros de altura y colmillos de seis centímetros. Un mundo de bestias entre las que se movía este animal.
El hecho de que este ejemplar haya aparecido tan completo, con cráneo, mandíbula y varias de sus piezas dentales preservadas, nos permitirá inferir detalles sobre sus alimentos preferidos. Además, el haber recuperado tantas placas de la coraza, de diferentes zonas de su cuerpo, nos facilita compararlo con sus descendientes actuales, ver las variaciones de tamaño e interpretar sus adaptaciones físicas. Las observaciones preliminares han arrojado una diferencia de tamaño superior al 15 % con respecto a sus congéneres actuales y eso es bastante en una especie.
Creemos que puede obedecer, como parece haber sucedido con otras especies, a la necesidad de afrontar la llegada de ciertos carnívoros provenientes del hemisferio norte. Esperamos que el estudio pormenorizado de este animal aporte novedades interesantes al respecto ya que creemos que podría ser el más grande del que se tenga registro.”
El valioso ejemplar de quirquincho fósil hallado en San Pedro está siendo revisado en conjunto con el Dr. Luciano Brambilla, biólogo del Centro de Estudios Interdisciplinarios de la Universidad Nacional de Rosario. El científico explica “que se trata de un ejemplar de armadillo similar a Chaeotophractus villosus; peludo actual que habita en gran parte de nuestro país. En esta oportunidad este fósil nos permite analizar un conjunto muy amplio de elementos óseos; placas de la coraza pero también cráneo, mandíbula y postcráneo, contrario a lo que ocurre habitualmente que sólo podemos ver unas pocas placas de la armadura. Dado lo bien representado del ejemplar, es posible destacar que su morfología general prácticamente no ha cambiado luego de 700.000 años, contrario a lo que podría esperarse considerando
los cambios climáticos y ecológicos que ocurrieron a lo largo de ese tiempo. Es posible que la plasticidad que poseen estos organismos para adaptarse a diversos ecosistemas haya posibilitado transitar todo ese período de tiempo sin marcados cambios evolutivos que alteraran su apariencia. Hoy en día las poblaciones de estos animales viven en lugares muy diferentes: desde el extremo sur de Patagonia pasando por el centro de nuestro país hasta llegar a Formosa, luego Paraguay y Bolivia. Después de más de medio millón de años aparece inalterado en la forma de sus huesos pero no en su tamaño. El hallazgo devela que en aquel tiempo la especie parece haber superado en tamaño a ejemplares actuales, según surge de medidas obtenidas a partir de la mandíbula y el cráneo fósil. Esto es interesante cuando se lo considera en contexto y se correlaciona con el gigantismo que también alcanzaron otras especies como perezosos terrestres y gliptodontes, entre otros, quienes jamás se volverían a ver en tal magnitud de tamaños como durante la edad Ensenadense.”