Integrantes del Grupo Conservacionista de Fósiles lograron ubicar la zona donde funcionó el antiguo molino harinero de la familia Meglio, una parte de las piedras o “muelas” de molienda utilizadas en el histórico emprendimiento.
El equipo del Museo Paleontológico se basó en datos brindados por Fernando Chiodini, Julia Mc Inerny y Roberto Young, los cuales permitieron acotar el sector donde buscar posibles restos del viejo molino que la familia Meglio construyó, a finales del siglo XIX, sobre el arroyo Tala, en la zona que hoy conocemos como paraje Villa Sarita.
Para llegar al tramo del arroyo que se quería investigar, se contó con el permiso de la familia Costa, propietarios de establecimiento “La Rinconada”, quienes amablemente facilitaron el trabajo del museo en el lugar.
Alejandro Bianchini, Walter Parra y José Luis Aguilar se llegaron hasta el lugar y efectuaron un recorrido de algo más de un kilómetro por el arroyo buscando indicios que permitieran ubicar el punto de funcionamiento del molino.
En la prospección se utilizaron dos detectores de metales y dos imanes de neodimio para pesca magnética. En un punto ubicado a 1.180 metros hacia el noroeste de la ruta provincial 191, se pudo observar un fragmento rocoso de bordes rectos sumergido en el cauce del arroyo.
Luego de lingarlo con sogas para extraerlo del agua, se lo levantó hasta superar la barraca del lugar y, una vez en tierra firme, se pudo observar que una de las caras del objeto tenía los surcos característicos que se le hacían a las piedras de los molinos hidráulicos o “de canal”.
El molino y la piedra
El molino de Meglio funcionó desde finales de 1899, fecha en la que se lo construyó a orillas del arroyo Tala para aprovechar la fuerza del agua, la cual hacía girar un sistema de ejes que, a su vez, movían una piedra superior (volandera) sobre otra fija inferior (solera). A través de una pequeña tolva de madera colocada sobre las piedras, se volcaba el cereal (trigo, maíz, avena, cebada, etc.) que caía por un hueco en el centro de la piedra superior que en roce con la inferior, lo trituraba hasta convertirlo en harina.
La piedra inferior era de superficie lisa. Pero la piedra superior poseía ranuras o surcos en la cara que trituraba el grano para que la harina fuera saliendo hacia afuera hasta caer en una bolsa o contenedor colocado debajo.
Existieron innumerables dibujos o formas para esos surcos pero casi todos eran radiales. Es decir, desde el centro hacia los laterales de la piedra.
El fragmento hallado por el equipo del Museo Paleontológico pesa unos 50 kilogramos y posee tres surcos bien marcados esculpidos en una roca de aspecto blanco amarillento.
De acuerdo a los cálculos realizados por el grupo de museo, el diámetro total de la piedra era de unos 100 centímetros, con un espesor que rondaba los 40 centímetros.
Este fragmento recuperado fue parte de la piedra “volandera” del molino; es decir, de la piedra móvil superior y es uno de los escasos vestigios que llegaron hasta nuestros días de aquel emprendimiento familiar montado en los campos de San Pedro hace 122 años.
Fue posible recuperarlo aprovechando el nivel bajo del arroyo y, en los próximos días, la piedra será colocada en la Sala de Audiovisuales e Historia Reciente del Museo Paleontológico de San Pedro.