El Museo Paleontológico de San Pedro incorporó un
húmero prácticamente completo de un guanaco fósil. La pieza, hallada por Walter
Parra, mide 26,5 cm de longitud y tiene un buen estado de preservación.
El género Lama, al que
pertenecen estos mamíferos, se encuentra presente en Sudamérica desde finales
del Plioceno hasta la actualidad.
Lama
guanicoe, tal el nombre científico del
guanaco, hoy se distribuye en ambientes áridos a semiáridos en extensas zonas
de nuestro continente.
Uno de los motivos
radica en que las plantas de sus patas poseen almohadillas que amortiguan su
andar en diferentes terrenos pero si el animal frecuenta una región demasiado
húmeda, en esas almohadillas se acumulan hongos, bacterias y parásitos que
terminan lastimando la piel del guanaco. Por este motivo el hallazgo de sus
restos siempre está relacionado con estratos depositados durante períodos de
marcada aridez o ambientes con terrenos bien drenados.
Son animales que
habitan en niveles que van desde algo más de los 4.000 metros de altura hasta
ecosistemas ubicados al nivel del mar.
Sus molares, que son coronas altas, están muy bien adaptados a loa duros pastos de las regiones áridas, y su labio superior está dividido (leporino) lo que les facilita seleccionar y cortar los pastos que componen su dieta.
En San Pedro se
han recuperado restos de guanacos en diferentes lugares del partido pero todos en
la misma capa de sedimentos de origen eólico que se depositó en la zona durante la edad Lujanense.
Esta capa está
conformada por sedimentos sueltos, de grano muy fino, sin concreciones y con
todas las características de haber sido el resultado del arrastre de los
vientos durante una época en la que fueron más intensos y persistentes.
El hecho de poder
contar con estos registros fósiles, extraídos del mismo nivel estratigráfico
pero de diferentes puntos de la zona, permiten inferir un predominio de
condiciones climáticas bastante diferentes a las existentes en la actualidad.
A estas especies
animales que se desarrollan en ambientes con condiciones climáticas bien
marcadas se los denomina “indicadores
paleoclimáticos”, es decir, que se puede tener una aproximación de las
condiciones reinantes en un momento del pasado con la sola presencia de sus
restos en un sedimento.