El hallazgo sorprendió a los dueños de una vivienda en San Pedro quienes de inmediato dieron aviso para que intervenga el Museo Paleontológico “Fray Manuel de Torres”. Son restos de un animal que vivió hace unos 100.000 años.
“No siempre se cava un pozo en el patio de tu casa y te encontrás con un…perezoso fósil!”. Así comienza a narrar esta curiosa historia José Luis Aguilar, Director del Museo Paleontológico de San Pedro.
Y literalmente, así sucedió con la familia de Alexis Cáceres, Adriana Olivera y su pequeño hijo Ringo; vecinos de la ciudad de San Pedro, que contrataron a los jóvenes Leonardo Vanrrell y Maximiliano Seguezza para cavar un pozo en el patio de su propiedad.
La sorpresa fue mayúscula cuando los hombres excavaban a unos 5 metros de profundidad y vieron aparecer, entre el sedimento, fragmentos de huesos muy frágiles.
Suponiendo que se trataba de algún animal antiguo, se comunicaron con La Radio 92.3, uno de los medios locales, quienes a su vez, pasaron la inquietud al equipo del museo. De inmediato, José Luis Aguilar, Walter Parra y Jorge Martínez, acudieron al llamado de los vecinos.
Una vez en la propiedad, se evaluaron los pasos a seguir ya que se trataba de un pozo de cinco metros de profundidad y algo más de un metro de diámetro. Obviamente, no era el mejor sitio para ir a ver un fósil.
Pero a pesar de las características del lugar, descendieron hasta el fondo asistidos por una soga y unos “escalones” cavados en la pared del pozo.
Abajo y luego de una primera limpieza, se encontraron con diferentes piezas óseas que identificaron como pertenecientes a un perezoso gigante. Un mamífero prehistórico de más de 1.000 kilogramos.
“Sin dudas, los fósiles corresponden a uno de los géneros de grandes perezosos terrestres que se extinguieron a finales del Pleistoceno, principios del Holoceno. En este caso, creemos que se trata de restos de un glosoterio (Glossotherium robustum). Estos animales poseían un denso pelaje, sus manos estaban equipadas con garras poderosas y su cuerpo era de unos 3 metros de longitud. Como todos los géneros de perezosos que se desarrollaron en la prehistoria sudamericana, eran herbívoros y se alimentaban, principalmente, de hojas y tallos de las plantas de mediana altura que poblaban la región pampeana”, explica Aguilar desde el museo.
“En el caso de este ejemplar descubierto de forma casual por la familia Cáceres, pudimos extraer una de las garras, un molar del maxilar superior; algún hueso fragmentado de una de las extremidades y unos 30 huesillos dérmicos llamados osteodermos que estos animales desarrollaban en el interior de su piel como método de defensa”, detalla el integrante del Grupo Conservacionista de Fósiles, mientras observa las piezas.
La capa de sedimentos de color pardo donde fueron descubiertos los restos del perezoso se formó a principios de la edad Lujanense; un lapso de tiempo transcurrido entre unos 140.000 y unos 10.000 años antes del presente. Por la posición del fósil en el perfil del terreno, se cree que su antigüedad rondaría los 100.000 años.
A modo de reflexión, desde el equipo del museo comentan que “la particularidad del hallazgo tiene diferentes aristas. Para llegar al momento en que se recupera el fósil, primero se pasó por una cadena de personas que coincidieron en resguardar el valor del hallazgo.
Los primeros en ver los restos fueron los trabajadores contratados para cavar el pozo. Ellos comprendieron que debían avisar al dueño de casa. El dueño de casa entendió que debía buscar ayuda y acudió a uno de los medios de comunicación locales. Desde la radio, a su vez, pasaron la novedad al museo, sabiendo que podía ser importante. Y el equipo del museo, valorando el interés de sus vecinos, acudió de inmediato para salvar la integridad del patrimonio cultural que acababa de ser descubierto.
Si alguno de estos actores no hubiera comprendido su rol, este hallazgo no hubiera sido posible.”
Informe y fotos: Museo Paleontológico de San Pedro